Mi PATAGONIA 14. (La Primavera 1)

Medanito en flor

Dado que nuestro último recorrido en este viaje virtual por la estepa patagónica se había detenido en algunas postales invernales, hoy como en un suave renacer comenzaremos a ocuparnos de LA PRIMAVERA.
Si bien aquí estamos aun muy lejos de esa bella estación, creo que resulta valido postearla ahora en honor a muchos visitantes de la lejana Europa que acuden asiduamente al blog.
Al principio dije que comenzaríamos a ocuparnos dado que creo que al menos ocupara dos publicaciones. Esto se debe, fundamentalmente, a que hay dos maneras distintas pero complementarias de observar la primavera de la estepa; a una la denomino macro observación y a la otra micro observación.

Chañar brea

Melosas

Al finalizar el invierno la tierra esta húmeda y en la plenitud de sus fuerzas. Nuestros ojos que ya se habían habituado a los deshilachados colores invernales deben preparase para el asombro.
De un día para otro comienzan a estallar colores y gamas tonales donde antes reinaba la monotonía. Es el momento de prepararnos y salir. Cargaremos nuestra maquina fotográfica, una buena lupa, y una lente “close up”; si somos algo “delicados” es aconsejable llevar una pequeña manta para poder revolcarnos en el suelo. Con esto preparado solo debemos cargar el asombro y salir a las bardas y cañadones.

Melosas

Cualquier colina breve se transforma nuevamente en platea preferencial para observar el espectáculo.
Si dejamos navegar la vista en absoluta libertad notaremos que el silencio comienza a transformarse y una lejana melodía de Vivaldi va salpicando de notas el paisaje. Cada nota flota un instante en el viento suave y fresco hasta posarse en aquel lejano penacho pedregoso y estalla en amarillos intensos; un poco mas allá, un fondo sostenido de verdes jóvenes e intensos, prepara los pizzicatos rojos de un violín soñado; manchones alternados de las mas variadas gamas dibujan una alfombra multicolor que aprisiona la mirada. Como directores de fantástica orquesta, los chañares agitan en lo alto sus melenas verde anaranjadas.

Explosion

Cardo y abejorro

Si logramos arrancar la vista del horizonte podremos distinguir las notas más sutiles que se transforman en blancos, lilas y azules. Muchas de ellas, como abriendo paso a los solistas dejan volar sus plumerillos marrones y blancos.
Ahora si llego el momento de los solistas. Allí muy cerca nuestro un “porotillo” alza su espiga rojo anaranjada a no mas de cinco centímetros del suelo; un poco a la izquierda el “diente de león” abre su corona amarillo ocre; refugiados debajo de una saliente los cardos hacen estallar sus puntiagudos azules; los “alpatacos” se engalanan con sus largas orugas de campanillas amarillas; refugiado junto a un tronco seco los “cactus” preparan sus capullos; las “melosas” parecen danzar con la brisa que agita sus corolas que besan al sol.

Amor de mariposas

Cardo

El viajero imprudente muy fácil puede pisar con indiferencia estas pequeñas joyas que a penas se despegan del suelo. Solo las mariposas, blancas, amarillas limón y anaranjadas parecen descubrir este universo nuevo; Vuelan de aquí a allá y solo se detienen algunos instantes sobre estambres y pistilos temblorosos, o debajo de algún monte alto que cobija los verdes dedos de la hierba nueva que rebrota.
Allí se inicia la segunda etapa de este viaje por la primavera.

Romerillo

Fotos: El Cofla