El cofla de Catriel

Una bitácora de sueños, sentires y otras yerbas desde Catriel, "Puerta norte de la PATAGONIA ARGENTINA".

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07 febrero 2009

La crezca grande de 1914 (5ta parte)





"Por el medio del río los gallos cantaban arriba de los álamos arrancados por el agua"


A 94 años de la rotura del dique que contenía la laguna Cari Lauquen. Provocó la muerte de 186 personas desde Barrancas hasta Río Colorado.


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COCHICO

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A la hora en que los niños juegan, Cochico se mece entre nubes que parecen enredarse en los techos bajos de sus pocas casas, también bajas.
A 3.200 metros sobre el nivel del mar, el forastero se apuna y asombra. Cochico es breve, profundo, y está muy cerca del cielo.
En este pueblo en plano inclinado, a media tarde, no hay más movimiento que el de sus arroyuelos que, muy rápido, descargan en la laguna Cari Lauquen, objeto y blanco de todos los tributos.
Casi es verano y las aguas transparentes engordan los cauces con una velocidad que asusta.
Hay cosas que se aprenden rápido aquí arriba: si hace calor el deshielo puede provocar estragos, modificando los escenarios en un abrir y cerrar de ojos. Es en este principio básico que se explica el estallido de la laguna Cari Lauquen, uno de los desastres más grandes que vivió la región en toda su historia. Gentes y casas barridas por la furia del agua liberada tras la ruptura de una presa natural, hacen ya 90 años.
"Era de noche, se escuchó un zumbido fuerte y ¡pum! se salió el tapón...un mundo de agua era, un mundo de agua que tapó todo", relata, como si lo hubiera visto, Pedro Mora, parado en la puerta de su casa de barro. El hombre no había nacido cuando se derrumbó el dique telúrico.
Pedro, de 76 años, es nativo de Cochico, un pueblo donde viven apenas una veintena de familias, acostumbradas a permanecer aisladas durante buena parte del año. Así como el verano es una fiesta de encantos y verdes, el invierno es pura prepotencia andina: hielo, nieve, y soledad.
"Acá nunca pasa nada", contradice la historia Marcelo González, uno de los dos hombres fuertes de la comisión de este viejo asentamiento, ubicado muy cerca del volcán Domuyo.
Cochico está a pocos metros de una de las lenguas de la laguna Cari Lauquen, un enorme ojo de agua que descarga en un endemoniado río Barrancas.
Aquí arriba, a falta de libros, la gente ha conservado la historia de la tragedia de boca en boca y Pedro, aún con sus dramas a cuesta, es una suerte de biblioteca andante.
Hasta el 29 de diciembre de 1914, Cari Lauquen era mucho más grande y profunda que en la actualidad ¿Cuánto más honda?: 92 metros, precisan los estudios hidrológicos.
La laguna se formó en el período Terciario, a partir de un particular encajonamiento de un valle que se hizo embalse.
En vísperas de 1915, a causa de fabulosos deshielos y lluvias, Cari Lauquen se transformó en un gigante color esmeralda que desbordó y rompió el cerro que hacía las veces de tapón.
La ruptura abrió una garganta de 250 metros de largo por 100 de alto, que se llevó por delante todo lo que encontró a su paso, como si fuera un 'tsunami', palabra de moda en este fin de año.
Tal como se lo repitió su mamá, que se llamaba Guadalupe, Pedro Mora cuenta que al zumbido intenso se sumó la bulla de aves de corral, el relincho de los caballos y el mugido en pánico de los vacunos.
"Unas abuelitas de apellido Demetrio escucharon a los bueyes y se despertaron, siguieron a los animales para arriba de los cerros y se salvaron", relata Pedro mientras juega con la mirada y rastrea en su memoria.
¿Hasta dónde llegaba la laguna? -le preguntamos. Pedro asiente, abre los ojos y afirma: "Estamos dentro de la laguna, ahí estamos nosotros", lanza como revelando un secreto. Y ríe. Es el que pueblo en pendiente se erige dentro de la antigua cuenca.
A 90 años de la tragedia que provocó 186 muertes, las marcas de la vieja cota de la laguna permanecen impresas sobre la roca, en una suerte de cicatriz que los lugareños denominan "vereda".
La laguna tiene en la actualidad 21,5 kilómetros de largo por 10 de ancho. En esa suerte de olla, junto a las aguas, hay pequeños deltas donde pastan y se protegen tropillas de caballos salvajes, además de una nutrida variedad de aves. A ellos se suman, claro, los chivos que trepan obligados en arreos multitudinarios, en busca de las pasturas blandas.
"Por el medio del río, los gallos cantaban arriba de los álamos que el agua había arrancado", describe María Romero, de 91 años, guardiana de la memoria del pueblo de Barrancas. La anciana tenía un año cuando todo pasó.
"Quien nos contaba de la inundación era Avelina Canale, una abuelita que murió hace dos años, ella nos dijo de un hombre que se salvó agarrándose de un árbol" recuerda Marcelo González, una de las pocas personas capaz de llegar a Cochico y Coyuco durante los 365 días del año. Avelina se fue a los 104 años de edad, hace dos años.
Pedro Mora destaca que más que de las víctimas, en la zona se habló del hombre cuya misión era contralar la altura de la laguna.
"Se llamaba Becaría, se había ido de tragos a Mendoza, me parece que a Malargüe, volvió unos días después, vio lo que había pasado y de ahí se escapó para Chile. Nunca se volvió a saber de ese hombre que era el que tenía que medir con una vara", explica Pedro cambiando el gesto.
El periodista e historiador Francisco Juárez afirma que "sólo la primera Gran Guerra, que desangraría a Europa, iba a alcanzar una resonancia mayor que los sucesos del año 1915 en la cordillera patagónica".
Fueron más de 2.800 millones de metros cúbicos de agua los que siguieron el cauce del Barrancas y luego del Colorado borrando casas, huertas al incipiente pueblo de Barrancas, que fue relocalizado.
A cientos de kilómetros de Cochico, la gran avenida de agua, sedimentos, árboles y roca, se llevó por delante vías y trenes, y muchas otras vidas.
Hace unos años, aparecieron ollas y cacharros enterrados durante el aluvión. Entre las leyendas hay una que está probada. El padre Pedro Martinengo se salvó de ahogarse arrastrado por el Colorado, amarrado a un álamo providencial, algo así como un milagro de año nuevo. María Romero dice que toda su infancia escuchó las historias que se llevó el río. Se las contaba su mamá, que falleció en 1956.
"Mi padre había muerto un mes antes y ella no pudo llorarlo; se murió por eso, como lo quería mucho y no pudo llorarlo se le pudrió el corazón", explica María. Es que aquí en la cordillera, vida, memoria y muerte cabalgan sobre una misma nave, inocente y mágica.


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Publicado en Rio Negro el 2 de enero de 2005 por Rodolfo Chavez

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14 enero 2009

La crezca grande de 1914 (4ta parte)

LA INUNDACION DEL VALLE DEL RIO COLORADO (3ra PARTE)

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El tren en que llegamos a Río Colorado era el primero que entraba en la estación después de una quincena de interrupción ferroviaria, pues anteriormente se detenían antes de aproximarse al puente inmediato a la población de Buena Parada. En la estación de Bahía Blanca encontramos al director general de territorios, Dr. Ruiz Moreno, y al Gobernador de Río Negro, señor Serrano, que hablaban con el Superintendente de Tráfico, señor Coleman, el Comisionado del P. E. Sr. del Gaje, y el secretario Sr. Infante, de la manera como se haría práctico el hermoso proyecto de los «boy-scout» de dicha ciudad de encargarse de la distribución de las ropas reunidas entre las familias para socorrer a los damnificados menesterosos.
El primer tren que llegaba pues, al Río Colorado, bajo la dirección del inspector de tráfico, Sr. J. G. White, llevó a la estación a un nutrido público que se agitaba, deseoso de saber que había pasado en el mundo después de tantos días de aislamiento, frente al cuadro intensamente impresionante del desastre que estaba allí, a la vista, en medio de escombros ruinosos, caídos sobre las calles convertidas todavía en un mar de agua mal oliente por la descomposición de los animales muertos, y que todavía no había sido posible extraer por la altura de las aguas.
Al entrar en Buena Parada comienza a verse los efectos de la inundación, que se agravan hacia el lado del Colorado. Las quintas, cuya verdura proporcionaba medios de vida a sus cultivadores, los pequeños viñedos, los jardines, las chacras, todo ha sido totalmente aniquilado por las aguas y el ímpetu de la corriente embravecida por la gravitación de la avenida desplanada desde las eminencias cordilleranas. Y por junto al caserío puesto patas arriba, en caídas caprichosas, tumbadas brutalmente en derrumbamientos extraños, flotando en las aguas de las calles, todos los chismes domésticos imaginables en una revuelta confusión de cosas extrañas, entre boyantes aves muertas, gatos hinchados por el agua, bateas, ropas, muebles, etc.
Los comienzos del desastre fueron terribles. Las mujeres lo recuerdan llorando y los hombres con emoción.
- Me felicito, señor, de que «La Nación» haya tenido al acierto de mandar un reporter,-nos dijo uno de los principales vecinos del Colorado. Cuando se inundan en Bs. Aires, los barrios siempre inundables por las grandes lluvias, los diarios publican columnas y columnas para hablarnos de la Boca, Nueva Pompeya, el bajo de Belgrano, en fin, toda la zona invadida por las aguas. En esta ocasión hemos estado abandonados, pero bien lo comprendemos que ha sido por desconocimiento del desastre y quizá también por la falta de comunicaciones.
Estarnos todavía bajo la penosa impresión de la dura mañana del 3 de este mes, cuando el desbordamiento del Colorado, con su estrépito espantoso, nos puso frente a las angustias de este desastre nunca visto entre nosotros, pues las crecidas anteriores, si bien perjudiciales, no fueron tan crueles por su violencia y el caudal de las aguas.
Teníamos vagas noticias de que el río había empezado a desbordarse, pero de cualquier manera, el conocimiento más o menos calculado de la vecindad de la catástrofe, lo único que nos hubiera permitido era salvar cómodamente nuestras familias, sin atropellarnos en la dispersión.
A eso de las 7 del la mañana de ese día nefasto, sentimos los vecinos algo así como el rumor de un lejano cañoneo o un volcán agitado, sordo, feroz, amenazante. El rumor se hizo más fuerte, indicando la aproximación de la fuerza que lo producía. La alarma empezó entonces a cundir, y el presentimiento de un desastre que empezaba a traducir sus realidades, nos hizo temblar pensando en la vida de los niños y de los enfermos. De pronto el río salto hacia arriba, empezando su desbordamiento terrible. Fue saliendo de madre por sus e invadiendo el campo y la población como una rápida segadora. La tierra empezó a desaparecer baja la capa líquida y las calles y las casas a llenarse de agua. La invasión continuaba movida por el vértigo de su fuerza impulsora. Ya no estábamos metidos en el agua hasta las rodillas sino que en las viviendas las gentes que habían ganado altura pensando que aquello pasaría, tuvo que abandonarlas y lanzarse decididamente al agua, llevándose los niños, que habían sido colocados sobre las mesas. Un grito de angustia se alzaba por todas partes. Las familias se llamaban entre si para reunirse y morir juntas o bien huir de la misma manera, pero el tumulto de las votes apagaba los llamamientos. Cuando acordamos, los muebles empezaban a flotar, y las casas de madera descuajadas por los impulsos de la correntada se tumbaban sin poder resistir sus violencias y las furiosas sacudidas del viento, común en esta zona, pero entonces soplando como enloquecido.
¡Qué cuadro! Los gritos de pánico de los niños, las quejas de las madres que alzaban a sus enfermitos, apretados contra sus pechos como una presa que se disputa a la muerte, el clamor de los ancianos que no podían moverse sin ayuda, el tumulto de las pobres bestial aleladas, apretadas por las aguas, en fin, todas las sacudidas del peligro, todos los alertas del instinto de conservación acicateado por la presencia del peligro envolvía a la población en una amarga ansiedad.
Y todavía subía más el agua. ¿Que pasaba, gran Dios? La población había sido va puesta en salvo sin registrarse felizmente sino pocas desgracias personales. La estación del ferrocarril, situada a más alto nivel fue al principio el lugar de concentración, pero luego hubo también que abandonarla para buscar refugio en las lomas. Como le digo, el agua ascendía acentuando sus rugidos embravecidos. En las casas de negocios lamía la parte superior de las estanterías llegando a una altura increíble, pero que puede comprobarse todavía por la línea de humedad perfectamente marcada.
La población huyo con lo que tenía puesto y los menos pudieron sacar algunos trastos en los manotones desesperados de la fuga.
A todo esto, las autoridades del lugar y el personal de la empresa del ferrocarril cooperaban al salvamento, en el cual trabajó también sin descanso el Juez de Paz señor Pérez, mientras llegaban recursos solicitados al gobierno nacional y las primeras provisiones pedidas a Bahía Blanca, consistentes en una fuerte remesa de galleta, que hubo que reunir las panaderías de la ciudad».






Rio Colorado avanzando sobre el valle de Catriel en 1914 (recreacion en Photo Shop)

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Fuente:"La inundación del valle del río Colorado"; Capítulo 49 (parte) del libro de William Rögind
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18 diciembre 2008

La crezca grande de 1914 (3ra parte)

LA INUNDACION DEL VALLE DEL RIO COLORADO (2da parte)
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De Chosmalal llegó el día 31 de Diciembre de 1914, la noticia lacónica de una catástrofe que se había producido en las localidades de Barrancas y Colorado. La información que constituyó una sombría nota de fin de año, y una triste realidad en el nuevo, no consignaba mayores detalles, pero si los suficientes para hacer pensar que, efectivamente, algo muy grave acababa de ocurrir en aquellas apartadas regiones.
La crecida del Río Colorado asumió proporciones extraordinarias que superaron todas las conocidas.
En los comienzos de la inundación el señor Elardi, Gobernador del Neuquén, hizo un telegrama al Superintendente de Tráfico, en el distrito de Bahía Blanca, señor Coleman, avisándole que las aguas avanzaban por Chosmalal, en forma que hacía presumir un desastre. En consecuencia le pedía que mandara un tren de auxilio para recoger las numerosas familias, y prestar además los socorros que fueran necesarios. Inmediatamente el señor Coleman, preparó un tren dentro del cual ordenó colocar 4 botes para utilizarlos en la conducción de los vecinos a los lugares seguros. Iban también los Ingenieros del F.C. del Sud. Nelson y Field, y el Inspector de Tráfico señor J. G. White.
El propósito era avanzar con el convoy hasta donde fuera posible, de manera de hacer eficaz el auxilio reclamado.
El corresponsal de «La Nación», narraba los pormenores de esta expedición de auxilio en la siguiente forma:
«Al llegar al Buena Parada, se encontraron con la estación llena de gente que pedía salir a sitio sin peligro, y el cuadro de las pobres familias era ciertamente impresionante porque al dolor sufrido le esperaban todavía percances lastimosos. El tren que dirigía el señor Coleman, recogió las familias y las trasladó a la estación Río Colorado, donde, dada la altitud del terreno, resultaba menos peligroso que Buena Parada.
Como el pensamiento era seguir para responder al llamamiento del gobernador, a fin de atender las solicitudes de auxilio que empezaban a llegar de las zonas inmediatas, el señor Coleman ordenó seguir al convoy, pero a 15 kilómetros el tren fue detenido por las aguas.
La inundación había continuado en su avance desenfrenado, derribando postes, alambrados, ranchos, carros, sorprendidos en el camino, y poniendo en dispersión a los pobres moradores que pudieron huir a tiempo.
Las aguas se habían lanzado como un turbión sobre las pacíficas poblaciones. Pueblos destruidos, vías férreas cortadas, viviendas arrasadas cruelmente por los ímpetus ciegos de la naturaleza y por encima de todo esto, para remate de tanto estrago, muchas vidas perdidas. El cuadro tenía relieves de tragedia.
Fue necesario resignarse y aceptar la situación desesperada que se les presentaba a los que, yendo a prestar auxilio, necesitaban ellos ser socorridos a su vez. La vía comenzó a hundirse en un largo espacio.
El agua siempre en avance tapó al principio los rieles, luego subió otro poco, y ascendiendo paulatinamente se volcó dentro de los coches metiéndose por las ventanillas.
Felizmente el señor Coleman había tenido la precaución de retener dos de los cuatro botes que llevaba el tren que le fue necesario utilizar a él y sus compañeros, pues de otra manera hubieran fatalmente perecido.
Sacóse del tren todo lo que se pudo, y los viajeros ocuparon los dos botes dirigiéndose a una altura junto a una majadita en peligro de ser barrida por las aguas. Allí, con los remos y una frazada se improviso una carpa.
Por pronta providencia se carnearon algunos animales como único recurso de tener provisiones seguras y proporcionarlas, al mismo tiempo, a los vecinos que estuvieran en situación de recibirlas; cinco días pasaron los viajeros desafiando los peligros de que se veían cercados en el campamento; cinco días en que no se sacaron las ropas y las noches parecían eternas frente al drama despiadado de la naturaleza, hasta que pudieron regresar en botes a la estación Río Colorado».
En esta estación, como también en Pichi Mahuida, las aguas llegaron a una gran altura sobre el nivel de los rieles, alcanzando en esta última hasta 3 m. 60, depositando cantidades enormes de arena arrastradas por la corriente.
La creciente tuvo su máxima en los días 6 y 8 de Enero. Los pueblos de Buena Parada y Río Colorado, se hallaban bajo las aguas, completamente aislados de toda comunicación. La corriente en aquellos puntos llevaba gran velocidad y el río presentaba una anchura de casi 2 leguas.
El día 9 comenzaron a bajar las aguas en la estación Río Colorado, circunstancia que permitió la entrada de varias lanchas, las que pudieron salvar a las numerosas familias que se hallaban sobre el techo de la estación y a las que se habían refugiado en los vagones.
Las aguas arrasaban los terraplenes del F. C. Sud en muchas partes y fue necesario suspender el tráfico desde el 4 de Enero hasta el día 26 del mismo mes.
Interesantísima era la descripción del desastre contado en forma impresionante por el enviado especial de «La Nación» el día 20 de Enero de 1915.
Reproducimos algunos párrafos del relato:
«Las poblaciones de Buena Parada y Río Colorado están totalmente destruidas. Desde las principales casas de comercio hasta la humilde vivienda donde la pobre familia vivía del producto o de los precarios animalitos, todo ha sido atacado por la catástrofe, viéndose algunos que hasta ayer contaban con recursos, en el caso de aceptar el óbolo del Gobierno y el concurso del Ferrocarril del Sud, al cual es justo tributar un aplauso por el interés con que concurrió desde los primeros momentos a auxiliar a las poblaciones de su línea.Los perjuicios de la compañía son considerables, no solamente porque el tráfico al Neuquén ha quedado interrumpido, paralizando la conducción de pasajeros, y productos de toda la enorme zona que cae bajo su red y más allá de las vías, sino porque los rieles en una extensión de 100 kilómetros están destruidos y su reparación será cosa de algún tiempo.
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Fuente:
"La inundación del valle del río Colorado"; Capítulo 49 (parte) del libro de William Rögind.
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15 diciembre 2008

La crezca grande de 1914 (2da parte)

En enero de 1915 se produjo una inundación de carácter desastroso en el valle del Río Colorado, debido a la rotura del dique natural de la Laguna Carri-Lauquen (verde-laguna) que se encuentra en la Alta Cordillera interrumpiendo el curso natural del Río Barrancas que, junto con el Grande, forman el Río Colorado.
El lago se vació casi por completo en una sola noche, y la cantidad de agua que se precipitó por el Río Barrancas y el Río Colorado fue enorme. De 21 ? kilómetros de largo que tenía el lago, quedó reducido a 5 ? kilómetros y la superficie bajó 95 metros aproximadamente.
Se calcula en 2.000 millones de metros cúbicos, la cantidad de agua que causó la inundación del valle de Río Colorado, cifra que permite formarse una idea de la magnitud del desastre.
Para comprender las razones de la catástrofe, debemos saber cuales fueron los acontecimientos que dieron lugar a la formación del Lago Carri-Lauquen, es decir, conocer la historia del lago. En el informe sobre las causas que produjeron las crecientes del Río Colorado en 1915, que presentó el geólogo Dr. Pablo Grocher a la Dirección General de Minas, Geología e Hidrología en el año 1916 se encuentran datos sumamente interesantes referentes al asunto, de los cuales extractamos algunos.
En el transcurso de una larga serie de años, cuyo principio se remonta a la época terciaria, el Río Barrancas excavó un cajón estrecho y hondo. El fondo del valle era solamente un poco más ancho que el mismo río y sus flancos formaron todavía, bardas de pendientes muy pronunciadas de 1000 a 2000 metros de altura relativa.
En ese cajón debe haber caldo un escorial de lava o sucedido un desmoronamiento, obstruyéndose así el curso del Río Barrancas. Como el dique alcanzaba a 1500 metros más o menos, sobre el nivel del mar, la superficie del agua subió hasta esta altura llenando el valle en poco tiempo.
Una vez llegada el agua a esa altura, pasó por el punto más bajo del dique y saltando por los bloques del mismo se precipitó al fondo de la parte inferior del cajón. La fuerte pendiente del dique le daba gran velocidad, habilitándole de la energía suficiente para poder llevar piedras y bloques al pie del dique. Alcanzando el fondo del cajón, el río perdió la fuerza de su corriente, así que luego le faltó fuerza para llevar consigo tanta cantidad de rodados depositándolos en un vasto cono de deyección fluviátil que alcanzó más o menos hasta enfrente de la desembocadura del arroyo Quili-Malal, en el Barrancas.
En la primavera de 1914 (la primavera llega tarde a la Alta Cordillera, en Noviembre a Diciembre) se derritieron las masas de nieve que habían caído en extraordinaria cantidad en el invierno anterior. El enorme volumen de agua que afluyó al lago aumentó e hizo subir considerablemente su superficie; la presión que entonces se ejerció sobre los obstáculos, en la salida del Río fue demasiado grande y en un momento dado quebrantó su resistencia.
La avalancha del agua ocasionó serios perjuicios. Los cultivos que los moradores habían hecho en pequeña escala, fueron destruidos en todo el curso del Barrancas. Frente a la junta del arroyo Guara-Có con el Río, los cultivos tenían cierta extensión, pero desaparecieron todos. También sufrieron mucho las comisarías de ambos lados del Río Barrancas.
En el rincón de la comisaría Mendocina había antes como una legua de campo regable, unas cuantas hectáreas alfalfadas, alrededor de 10 casas, maizales, árboles, etc. de todo esto no quedaron rastros.
La comisaría desapareció y donde había un campo fértil hoy se extiende el pedregullo. Lo mismo pasó con la comisaría del lado de Neuquén; la mayor parte de los potreros, alamedas y casas desaparecieron. En ambos lados del Colorado había caminos; quedaron inutilizados.
En el paso de Las Bardas había una estancia «La Margarita» que era la vanguardia del progreso en aquella región y que fue arrasada. Todo se lo llevó el agua en la misma forma que las comisarías mencionadas.
Igual suerte tocó a los recodos que tenían en esta parte del Colorado una tierra preciosa. Los rincones cultivables eran lo único que daban algún valor a aquella región, en que fuera del lecho del río se extiende el desierto. El pedregullo estéril ocupaba el único suelo que daba esperanzas para el desarrollo económico ulterior de aquella región.
La Empresa del F. C. del Sud, organizó inmediatamente, después del desastre, una expedición a la región del lago Carri-Lauquen con el objeto de estudiar los afluentes superiores del Río Colorado y hallar las causas y circunstancias especiales que motivaron la terrible inundación del valle.
La expedición bajo las órdenes del Ingeniero S. Blencowe cumplió su misión en forma notable y los resultados fueron recopilados en un extenso informe fechado el 6 de Julio de 1915.
Según el señor Blencowe el lago Carri-Lauquen debe haberse desbordado a las 16 horas el 29 de Diciembre de 1914. La ola pasó por Barrancas a las 20 horas del mismo día y llegó a la estancia «25 de Mayo» a las 14 del día 30.
De los datos recogidos se desprende que, en las colonias Peña Blanca y 25 de Mayo, que forman parte de los territorios del Río Negro y Pampa Central, respectivamente, se perdieron 110 vidas y entre la laguna Carri-Lauquen y Meridiano X se ahogaron 25 personas y 50 en el territorio de la Provincia de Mendoza.


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Fuente:


"La inundación del valle del río Colorado"; Capítulo 49 (parte) del libro de William Rögind.

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09 diciembre 2008

La crezca grande de 1914

DATOS GEOGRAFICOS
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Hoy comenzare a contar un poco la historia de un hecho trágico, ocurrido en la localidad (y en todo el valle del Colorado) en el fin de año de 1914.
Conocido como La crezca grande es un hecho muy nombrado, pero del que, en general, se desconocen los detalles. He recopilado algo de material al respecto y lo iré publicando es post sucesivos.
No contaran con agregados personales pues el material habla por si solo y tiene la simple intención de servir de material de consulta a los jóvenes que han oído hablar de esto y no saben bien de que se trata. Son extracciones de libros y artículos periodísticos y se inicia con la localización geográfica de lo que fue el núcleo que desato la tragedia o sea la laguna Carri lauquen (del mapuche Carri: VERDE y lauquen: LAGUNA).
Como no he tenido la suerte de conocer el lugar, las imágenes han sido tomadas de Internet, por medio del Google Earth, Panoramio y otras páginas cuyos links figuraran al pie.
Espero los resulte interesante.




Vista laguna Carri Lauquen (Google Earth)
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Vista en 3D (Google Earth)

Localizacion de Carri Lauquen en la alta cordillera (Google Earth)


Panoramica del rio Colorado
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EL RÍO COLORADO
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Formado por la confluencia de los ríos cordilleranos Grande y Barrancas a 835 metros sobre el nivel del mar, el Río Colorado escurre hacia el Océano Atlántico con dirección NO-SE, atravesando transversalmente el país en su recorrido de 922 kilómetros hacia la desembocadura. De régimen nival, su período de creciente se inicia en octubre, alcanza su máximo en diciembre y retoma en marzo niveles menores a la media anual (en Buta Ranquil –alta cuenca-: 148 m3/seg; en Pichi Mahuida –curso medio-: 132 m3/seg). En la alta cuenca se presenta con orillas escarpadas, corriendo entre estribaciones rocosas, con aparición de rinconadas pequeñas en los lugares donde las barrancas se abren, y vados e islas en aquellos tramos donde la pendiente disminuye. Aparecen luego valles más amplios, aledaños al curso meandroso, alternándose con riberas barrancosas donde el río escurre encajonado con bardas a pique. En su curso medio presenta similar paisaje de valles y planicies, disminuyendo progresivamente la pendiente hasta llegar al límite con el sur bonaerense donde la barranca izquierda se aplana y comienza la zona de médanos y salitrales que se prolonga hasta el mar. En este tramo inferior, definitivamente aplanadas las mesetas que lo acompañaron en todo su recorrido, el río escurre por dentro de los albardones formados por el limo, dividiéndose luego en múltiples brazos en los últimos kilómetros de su curso dando lugar a una desembocadura deltoide en la llamada Bahía Anegada, al sur de Bahía Blanca, en el Mar Argentino. El Río Colorado atraviesa el país bajo la jurisdicción de cinco provincias. En 1976 las provincias de Mendoza, Neuquén, La Pampa, Río Negro y Buenos Aires acuerdan, luego de 20 años de intensos estudios básicos y de seis Conferencias de Gobernadores, aprobar el "Programa Único de Habilitación de Áreas de Riego y Distribución de Caudales del Río Colorado" elaborado por la Subsecretaría de Recursos Hídricos de la Nación. El Ente Provincial del Río Colorado tiene jurisdicción sobre las áreas ribereñas posibles de ser habilitadas mediante el aprovechamiento de las aguas del río. Tiene a su cargo la ejecución del Programa Provincial de Aprovechamiento del Río Colorado que comprende 85.000 hectáreas que se extienden entre El Sauzal, colonia cercana a la localidad de 25 de Mayo, hasta el Bajo de los Baguales, un valle lindante con el patagónico sur de la Provincia de Buenos Aires.


RIO BARRANCAS
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El Rio Barrancas tiene su origen en la Laguna Negra, en el faldeo de la cordillera, y recibe de esta los aportes de los arroyos Matancilla, Monton y Puente de Tierra. Aguas abajo recibe los afluentes provenientes de la Sierra de Cochico, Glaciares del Domuyo y cerros La Cruzada y Palao, y los que bajan de los cordones Mari y Mayan.
Los afluentes del Rio Barrancas se originan en lagunas, entre las cuales se encuentra la Laguna Carri Lauquen de unos 9 km2 de superficie. Hoy, es solo el resto de un lago tres veces y media mayor que en el año 1914 se vació bruscamente provocando una crecida catastrófica con un derrame casi instantaneo del orden de los 2 km3. Puede agregarse que este rio nace de las filtraciones de las lagunas a traves de las morenas que sirven de contensión.El Rio Barrancas constituye una cuenca de transición entre las cuencas meridionales de alimentación mixta pluvionival y las ubicadas más al Norte que son totalmente nivales. Las lluvias tienen influencia en el derrame del Rio Barrancas, pero su incidencia porcentual es menor que el aporte por fusión de nieve.



Vistas de laguna Carri Lauquen




Imagenes:

http://www.carrilauquen.com.ar/_/historia.html

http://www.foro-argentina.com/galerias/1300000400/280-carri-lauquen.html

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