El cofla de Catriel

Una bitácora de sueños, sentires y otras yerbas desde Catriel, "Puerta norte de la PATAGONIA ARGENTINA".

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29 julio 2006

La noche de los bastones largos

La Noche y las Luces
Autor: Felipe Pigna y María Seoane
La Noche de los Bastones Largos
Editorial Caras y Caretas, 2006
Aquel 9 de julio, apenas 11 días después del golpe de Estado que derrocara al Doctor Illia y entronizara al dictador Onganía, el país conmemoraba los 150 años de la declaración de la Independencia nacional. La situación nacional podía verse claramente reflejada en dos discursos antagónicos que se dijeron el mismo día de la Independencia. Dijo en aquella ocasión el general Onganía: “No permitiremos que acosen a nuestra juventud extremismos de ninguna naturaleza. Si fijamos con claridad el rumbo, nadie podrá apartarla de su misión de grandeza.” Y dijo pocas horas después el Rector de la Universidad de Buenos Aires, Hilario Fernández Long: “En este día aciago en que se ha quebrantado en forma total la vigencia de la Constitución, hacemos un llamado a los claustros universitarios en el sentido de que sigan defendiendo como hasta ahora la autonomía universitaria. La Universidad no es una máquina ni una razón; es una voluntad decidida a iluminar los caminos más difíciles del hombre”.Veinte días después la historia los iba a juntar a golpes, a golpes de bastones largos. Todo empezó un viernes. Estaba reunida la “mesa chica” de la inteligencia de la autodenominada “Revolución Argentina”. Allí estaban los generales Eduardo Señorans, jefe de la SIDE, y Mario Fonseca, jefe de la Policía Federal. Llegaron noticias de los servicios de que en la Facultad de Ciencias Exactas, en la Manzana de las Luces, la comunidad universitaria había resuelto resistir pacíficamente la violenta política educativa del Onganiato. Los generales ya se habían decidido a intervenir “contra los subversivos” cuando un estímulo extra alimentó sus furias. Fonseca y Señorans recordaron que hacía unos días mientras homenajeaban a su idolatrado General de la Nación Julio Argentino Roca en su notable monumento emplazado frente a la Facultad, y mientras leían y escuchaban alternativamente discursos sobre la valentía del general y las ventajas del fusil rémington sobre las lanzas, comenzaron a llover aquellas sólidas monedas de un peso moneda nacional sobre las gorras de los representantes de la reserva moral de la Nación y sus amigos civiles y eclesiásticos. La inusual emisión monetaria provenía de las ventanas de la Facultad de Exactas y eran arrojados por entusiastas y certeros estudiantes. Fonseca recordaba con admiración la actitud decidida del General Ávalos quien valientemente escoltado y armado irrumpió en la Facultad para pedir explicaciones. Fonseca y Señorans se aprestaban a darles una lección a aquellos apátridas que no respetaban ni al general Roca, que en paz descanse, y decidieron bautizar al operativo con el poético nombre de “Operación Escarmiento”.En Exactas, mientras tanto, tras una masiva asamblea, Docentes y Alumnos decidieron tomar el establecimiento en demanda de la anulación del decreto 16912 de Onganía, que ponía fin a más de 40 años de Autonomía, Cogobierno y Libertad de Cátedra, los ejemplares postulados de la Reforma Universitaria de 1918 que recorrieron el mundo y honraron a la inteligencia argentina. Los docentes y los estudiantes con más experiencia en la lucha invitaron a retirarse a los compañeros que tuviesen miedo o no estuvieran de acuerdo con la toma. Tanto el decano Rolando García, como el vice-decano Manuel Sadosky y aun el notable profesor visitante Warren Ambrose del MIT de Massachussets, creyeron que ante su presencia las tropas de Onganía se iban a abstener de reprimir la pacífica toma. La lógica de los notables científicos no coincidía en nada con la de los represores. El general Fonseca mandó cortar el tránsito en torno a toda la Manzana, que empezaba a perder sus luces. Pronto unas voces metálicas intiman a través de altavoces el desalojo inmediato del edificio. Desde adentro responden con una canción que se había estrenado en 1811 a pocos metros de allí, el Himno Nacional Argentino.

Estudiantes y docentes salen del edificio cantando la canción nacional con los brazos en alto. Nadie opone resistencia. Pero la orden debía cumplirse claramente, Fonseca había dicho que había enseñarles a esos “judíos de mierda”, a esos “zurdos hijos de puta” que “acá se había acabado la joda”. Y la obediencia debida y generalmente sentida hizo el resto. La Guardia de Infantería no ahorró insultos, patadas, golpes de machetes y palazos que por “orden superior” y razones obvias debían apuntar a la cabeza, pero no sólo en la cabeza, como lo demuestra la querella criminal iniciada por el decano Rolando García contra el general Fonseca, en donde constan según el informe forense lesiones en el cráneo, la espalda y la fractura de parte de la mano derecha. Al salir, los estudiantes debieron pasar por una doble fila de policías que golpeaban a los varones y, como buenos caballeros defensores de la moral occidental, golpeaban y manoseaban a las estudiantes.En la facultad de arquitectura se repitieron las escenas de barbarie a pesar de que allí no se había preparado orgánicamente ningún acto de resistencia.En total, en aquella noche nefasta ideada por Onganía y sus secuaces, se llevaron a 200 personas detenidas, aunque los partes oficiales hablaban de 140. Otras quince fueron llevadas a distintos hospitales públicos. Todos los detenidos sufrieron vejaciones y muchos de ellos simulacros de fusilamiento. Todos aprendieron una lección inolvidable: las dictaduras odian la cultura, el estudio superador, liberador. Todos ellos recibieron, junto a los golpes, su graduación acelerada en una materia que comenzaba a impartirse en la Argentina y en América Latina por ordenes superiores de Washington aceptadas con mucho gusto por los mercenarios locales y sus financistas de turno, que comenzaba a conocerse como la Doctrina de la Seguridad Nacional, y empezamos a saber que era correlativa y obligatoria.
A los pocos días, el general Onganía declaró ante la atónita prensa extranjera: “Infortunada y lamentablemente, la decisión del gobierno de hacer actuar a la Policía fue tomada porque los estudiantes resolvieron ocupar ilegalmente dos edificios de Facultades. Lamento la violencia. Si no lo hiciera, estaría avergonzado”. El gobierno quiso dar la imagen de que nada había ocurrido. Fue nombrado Rector de UBA el autodenominado “juez de la Revolución Libertadora” Luis Botet (calificado por los diarios “serios” como eminente penalista). Renunciaron los decanos de Filosofía y Letras, Ciencias Exactas y Arquitectura. En Exactas de un total de 675 docentes renunciaron 330 (66 profesores, 87 Jefes de Trabajos Prácticos, 105 ayudantes y 72 técnicos). Institutos como los Biología Marina, Cálculo, Meteorología, Televisión Educativa (pionero en América Latina), quedaron desmantelados. En total presentaron su renuncia 1500 docentes de todo el país que continuaron sus brillantes carreras en el exterior.Mientras tanto el premio Nóbel Bernardo Houssay declaró que debían rechazarse todas las renuncias y evitar que los científicos, investigadores y técnicos abandonaran el país. Houssay se encontraba en el VII Congreso de Filosofía reunido en Mar del Plata del cual se retiró la delegación peruana en solidaridad con los intelectuales argentinos perseguidos.Mientras tanto el canciller argentino Nicanor Costa Méndez se defendía ante el New York Times: “El nuevo gobierno no es una dictadura militar: el único militar que hay en el poder es el presidente y el presidente es un militar retirado. No es una dictadura: no hay nadie en la cárcel ni se ha perseguido a nadie por sus ideas políticas; nadie ha sido excluido del gobierno por esa razón. El gobierno ha comenzado por corregir la situación en las universidades, en la industria azucarera; está corrigiendo la situación en los ferrocarriles, en los puertos, y la situación que se refiere a los llamados presos políticos. En cuanto a la política exterior, la Argentina es un aliado de los EE.UU. porque cree en lo que creen los EE.UU., en los derechos del hombre como individuo y en la defensa de la vida del hombre como forma de libertad”.(1)Roberto Roth, el secretario técnico de Onganía, prefirió recurrir a la ironía: “No ha de haber hecho falta ningún milagro de persuaSión para convencer a los bravos integrantes de la Guardia de Infantería a repartir palos aquella noche.


Hacía varias décadas que no hacían buenas migas con los estudiantes. Encontrarlos servidos en un patio de donde ninguno podía escapar parecía una bendición caída del cielo. Con la tanda de palos que recibieron los estudiantes, los intervencionistas tuvieron su argumento; la Guardia de Infantería, su satisfacción; los estudiantes, su martirio; y los dirigentes que habían buscado el incidente, su atropello a la cultura. Quedaba entonces todo el mundo contento. El incidente, una trifulca universitaria más, no hubiera merecido mayor comentario, pero un genio de las relaciones públicas le encontró un nombre y la bautizó, con lo cual ‘la noche de los bastones largos’ entró en la historia.”(2)Pero el glorioso movimiento estudiantil argentino iba seguir con su tradición de lucha y vendrían duras y heroicas jornadas de resistencia en todas las universidades del país de Salta a la Patagonia y de Mendoza a Corrientes, y a Onganía y a sus socios se les acabó su dictadura “con objetivos y sin plazos”, porque estudiantes y obreros comenzaron a destruir sus objetivos y a emplazarlo. `

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1
The New York Times, reproducido por La Prensa el 28 de septiembre de 1966
2
Comentario del Subsecretario Técnico de Onganía, Roberto Roth, citado por Gerardo Bra, en Todo es Historia, número 223, noviembre de 1985.


Autor: Felipe Pigna y María Seoane, La Noche de los Bastones Largos, Editorial Caras y Caretas, 2006

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26 julio 2006

En memoria - Eva Perón

EL RECUERDO Y LA MEMORIA
por Eva Giberti


Aunque esperada, la noticia de su muerte, emitida desde el poder oficial, produjo hondo estupor en su pueblo: "Eva Perón acaba de entrar en la inmortalidad". Era un lenguaje que interponía la inmortalidad entre Evita y ellos. "Los hombres y las mujeres a los que les hicieron el dolor y la miseria" salieron a la calle para comprobar lo increíble: estaba en silencio la voz enardecida que los defendiera. Ese fue el trauma, verla así, callada, distinta de aquella Evita con quien intercambiaban dones y gratitudes.
Lloraban delante del féretro inaugurando el duelo popular, diferente del duelo oficial que pretendía alejarla en la inmortalidad (y que incrustó al país en lutos obligatorios). Su pueblo tenía necesidad de una Evita cercana y presente que sostuviera la gesta que había iniciado junto con ellos; una Evita que los había fundado como grupo de desposeídos, olvidados y reclamantes. Una Evita gritando desde su propia historia de sometimientos como mujer, nacida para ser inferior al varón según el mandato masculino al que se había opuesto desde una pasión que exigió y obtuvo los derechos cívicos para todas las mujeres.
Ese pueblo que levantaba altares y encendía hogueras en las calles, impuso su pensamiento mítico y popular: el que se apoya en las anécdotas, en las decisiones del líder, el que articula realidad y leyenda produciendo un modo de conocimiento que enriquece la historia. Fueron ellos quienes registraron la dimensión exacta de esa muerte, que no era la de un cuerpo vencido sino la de un hecho social.

Silenciada la voz transgresora de Evita, los humildes volverían al "balbuceo de los oprimidos". Unidos en el dolor se hermanaban en la fidelidad hacia ella rescatándola de la muerte y erigiéndola como bandera: de este modo ese pueblo comenzó a elaborar su duelo, encontrando un origen común en la figura que sintieron los representaba y a la que reforzaron como mito.
Por su parte, los antiperonistas sólo pudieron incrementar su odio solitario, individual, y advertir que su nombre podría sobrevivir peligrosamente. Desde otra perspectiva algunos de los que crecimos en el antiperonismo recalcitrante logramos, mediante la reflexión, quedar en paz con esta mujer sin necesidad de juzgarla. Pudimos llevar a nuestros hijos a ver las películas que la rememoran y observamos como muchos jóvenes lloran ante el dolor de aquella gente que la amó sin poder cuestionarla. Coincidencia entre quienes perdieron a Evita y estas generaciones que, sin haberla conocido, eligen respetarla aunque no militen en su nombre ni porten sus banderas.

Eva Perón ha muerto, pero ya no pertenece exclusivamente a ese pueblo en procesión que la lloraba. Ahora, rescatada por el mito y por la historia, desafía otra vez, promoviendo desacuerdos y coincidencias. El duelo ha terminado. Ha terminado porque quienes la amaron, la odiaron, la ignoraron, han debido incorporarla en sus recuerdos, es decir, convertirla en memoria.



NO LLORES POR MI ARGENTINA

(Nacha Guevara)

Será difícil de comprender
que a pesar de estar ahora aquí
soy del pueblo y jamás lo podré olvidar.

Debéis creerme
mis lujos son solamente un disfraz
un juego burgués nada más
las reglas del ceremonial.

Tenia que aceptar
debí cambiar
y dejar de vivir en lo gris
siempre tras la ventana
sin lugar bajo el sol
busqué ser libre
pero jamás dejaré de soñar
y solo podré compartir
la fe que queráis conseguir

No llores por mi Argentina
mi alma está contigo
mi vida entera te la dedico
mas no te alejes te necesito.

Jamás poderes ambicioné
mentiras dijeron de mí
mi lugar vuestro es
por vosotros luché
yo solo quiero
sentiros muy cerca
poder intentar
abrir mi ventana y saber
que nunca me van a olvidar

No llores por mí Argentina.
No llores por mi Argentina
mi alma está contigo
mi vida entera te la dedico
mas no te alejes te necesito.
Que podré decir
para convenceros
de mi verdad
Si aún podéis dudar
mirad mis ojos
como lloran
de amor.


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20 julio 2006

Algunas cosas de mi pueblo 2 (El Placero)


Al principio lo miraba de lejos…
Era extraña su figura grande, dibujándose al contraluz de la tarde con su manguera y su fresco chorro de agua, luchando contra la sequedad de la región.
De una punta a otra de la vieja plaza, llegaba el con su frescura, a calmar la sed de los rosales, de los pinos y del muerdago.
Aquí y allá una estaca para afirmar las débiles plantas que se debatían contra el viento patagónico.
Cuando no estaba regando vigilaba los juegos; gastados toboganes y chirriantes hamacas que de vez en cuando eran usurpados por algunos muchachotes ya crecidos o por alguna pareja que, helado en mano, jugaba a besarse entre el balanceo desigual del viejo columpio.
Una tarde comenzamos a conversar. Recuerdo su voz pausada que concordaba armoniosamente con su gesto bonachón.
En una oportunidad le pedí autorización para fotografiarlo. Se noto su gesto de asombro.
Hice un par de tomas y corrí a revelarlas en mi cuarto oscuro. Recuerdo que al obtener las primeras impresiones me quede largo rato observándolas; observando el rostro de aquel hombre que se me ocurría debía tener pies de hierba fresca.
Algunas tardes, cuando la plaza estaba desierta de voces, risas y vientos, era factible verlo de pie, entre los árboles, como intentando extender sus propias raíces es esa tierra que cuidaba con tanto denuedo.
Al verlo así, imaginaba que por las noches, al quitarse el viejo mameluco antes de irse a dormir, brotaban de su pecho bandadas de cantos de pájaros y luminosas risas infantiles, que alzaban vuelo y luego de revolotear por toda la habitación se posaban en su almohada para acompañar sus sueños. Al día siguiente retornarían a su pecho mientras bebía el humeante café de la mañana, para obtener de nuevo su libertad al llegar a la plaza. Una vez allí los cantos y las risas se distribuían estratégicamente dirigidas por el para hacer compañía al paseante solitario.
Si, en verdad lo veía casi como un mago. Su nombre: “Don Expósito” y era el placero de la vieja plaza.
Un día, creo que nadie sabe cuando, dejo de estar…imagino que ha de haber sido de noche, antes de recoger las voces y las risas, y que, con una breve lágrima habrá regado la última rosa...
Foto: El Cofla

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13 julio 2006

La Torta

Se que este post, no se corresponde con el perfil del blog, pero no lo puedo evitar...estoy agrandado...
Hoy hemos sobrepasado los 4000 visitantes; numero inimaginado por mi.
Hace unos dias atras (el lunes pasado), cumpli mis 54 años.
Fue un dia casi comun. Como todos los dias vinieron mis nietos para hacer sus tareas escolares en casa y estuvieron hasta las 20 Hs.
Durante toda la tarde aguarde infructuosamente que alguno de los tres se acordara y me diera el habitual "Feliz Cumpleaños"...Las horas pasaron y nada...como si fuese un dia cualquiera...
Por fuera me recubria una capa de "normalidad", pero por dentro era un volcan...
¡¿Como era posible que ninguno de los tres recordase mi cumpleaños?!
Por la noche fui a dejarlos en su casa y al entrar con ellos...
SORPRESA !!!!!!!!!!!!... me habian preparado una bella torta con una velita para pedir un deseo...
La torta era sencilla, pero estaba decorada con una suerte de pergamino que es el que muestra la imagen que acompaña esta historia...
Me emocione, sople la velita y pedi un deseo...no importa cual, pero no estoy seguro si la vela fue apagada con un soplo o con una lagrima de emocion que se me escapo en ese momento.
Despues de leer varias veces la dedicatoria, en verdad, me agrande...la camisa era pequeña para soportar mi pecho que se inflaba de orgullo y agradecimiento...
Desde ese momento deje de ser "El Flaco"...ahora soy "El agrandado"...jeje..Tengo diploma de abuelo...



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05 julio 2006

Algunas cosas de mi pueblo (La Plaza)

Recreacion Digital de una vista de la plaza vieja
Recuerdo, hace tiempo, a mi llegada a Catriel, que me llamo poderosamente la atención su plaza. No por que fuera algo muy particular, sino por su ubicación. Acostumbrado a mi ciudad (La Plata) donde se encontraban estratégicamente localizadas o a los antiguos pueblos de la provincia de Buenos Aires, que se desarrollaban desde la plaza hacia fuera, esta me resultaba ilógicamente de lado.
En principio, me dio la sensación de soledad, de marginación; luego, como en todo, la plaza se transformo en parte del paisaje cotidiano.
Con el tiempo comencé a acudir allí para hacer retratos de niños jugando. Me encantaba y me encanta, fotografiar sus primeros planos desde lejos con un teleobjetivo, y poder capturar así toda la inocencia y espontaneidad de sus gestos.
Por esa época los vientos parecían correr mucho más fuerte entre las calles sin asfalto y mal enripiadas. La tierra formaba nubes colosales que azotaban la cara y los “cardos rusos” rodaban fantasmales por las casi inexistentes veredas.
Los años fueron pasando, tan rápido como los vientos, y así fue como un día me descubrí jugando en la plaza con mis hijos, inventando castillos en las duras piedras, e intentando colgar de los sufridos árboles algunas frescas sonrisas de niño, disfrazando soles de otoño y burlando siestas de verano.
El tiempo, como siempre, siguió su curso…año tras año, los árboles se pintaron de blanco de cal, al igual que los gastados ladrillos de los canteros.
Muchos decían que esa plaza era una vergüenza, pero creo que era por que no sabían oír. Si uno se sentaba en silencio entre su vieja arboleda, era posible descubrir entre el canto de los pájaros alguna vieja risa que se camuflaba entre las hojas como la cigarra, y nuestra mente y nuestro corazón corrían a descubrirla para atraparla y retenerla un instante entre las manos; pero era imposible…siempre se escabullían. De cualquier modo siempre quedaba la esperanza de retornar subrepticiamente al día siguiente, a la hora de la siesta para intentar sorprenderlas desprevenidas…
Una mañana, pase por allí, y con estupor vi que estaban quitando los viejos árboles. Caían casi sin estruendo, como quien comprende que ha llegado su hora y que debe partir.
Aun tengo presente la forma en que se me estrujo el corazón.
Al poco tiempo se inició la renovación total de la vieja plaza…. Hoy es bella y moderna, con pérgolas, una fuente, muy iluminada…por las tardes se llena de jóvenes que ya no reconozco…algunos charlan, otros toman mate, otros tocan la guitarra…Los niños corren como antes y los novios siguen besándose entre las sombras.
Por no gustarme hacer fotos urbanas, no me ha quedado ninguna imagen de aquella plaza que conocí al llegar…que extraño…solo me quedan los recuerdos de las risas de los niños y de alguna promesa de amor eterno. Solo el recuerdo de esas caritas sucias plenas de sol que seguramente han de haber escapado ante el estruendo de las maquinas a ocultarse en otros árboles lejanos y penumbrosos. Sonrisas y recuerdos de una época, de un lugar, que se van desdibujando lentamente, como una vieja fotografía, como esa vieja Polaroid, desde la que continuamos sonriendo mis hijos y yo.

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Vistas de la plaza San Martin renovada




Fotos: Gentileza de: Néstor Tkaczek (fotografo urbano)

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