El cofla de Catriel

Una bitácora de sueños, sentires y otras yerbas desde Catriel, "Puerta norte de la PATAGONIA ARGENTINA".

HOY QUIERO OIR ESTA MUSICA...LA COMPARTIMOS?

28 julio 2007

Banderas de la nación Mapuche

A pedido de un lector de este espacio tratare de contar algo sobre la /s banderas de la nación mapuche y su significado.
La bandera más antigua de la nación Mapuche, data de 1861. Originalmente fue diseñada por el Rey Orelie-Antoine I, personaje que se autoproclamo Rey de la Araucanía y Patagonia, de quien hablaremos en algún post mas adelante.
Hasta hoy en día esta bandera figura en las actas oficiales de la República de Francia como el estandarte que formalmente representa al Reino de la Araucanía y la Patagonia.
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Bandera del reino de Araucania y Patagonia
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En el mes de Marzo de 1991 la organización mapuche Aukin Wallmapu Ngulam (Consejo de Todas las Tierras), hizo un llamado a la nación mapuche para diseñar una bandera nacional. Se presentaron alrededor de quinientos diseños, entre ellos se seleccionó la bandera de la nación Mapuche y las otras cinco que representan los distintos territorios de la nación Mapuche en Chile: Hilliche, Lafquenche, Nagche, Pehuenche y Huenteche.
La bandera de la nación Mapuche consta de tres franjas:
AZUL: que es el símbolo del universo; es el wenu Mapu
VERDE: Símbolo de la machi; Representa la tierra, el poder de sanacion, la fertilidad y el conocimiento.
ROJO: Símbolo de la historia y la tradición; Representan la fuerza y el poder. La sangre derramada por la comunidad.
Los otros colores:
AMARILLO: Es el símbolo de la renovación de la vida. Representa el sol.
BLANCO: Símbolo de sabiduría y prosperidad; representan limpieza, buena salud y larga vida.

En el cultrum (localizado en el centro) se representan a los cuatro puntos cardinales, señalizados por las patas del choique (Ñandú); en cada cuadrante se representa a la luna, los astros y el lucero.
El gemil representa el arte, la ciencia y el conocimiento.
Actual Bandera de la nación Mapuche
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Existe también una bandera “Mapuche – Tehuelche” creada por Julio Antieco.
En el año 1987, Antieco envía cartas a las comunidades chubutenses, para hacer saber de sus pensamientos; enarbolar una bandera que represente al pueblo Mapuche – Tehuelche.
El 3 de agosto de 1991 en la Primer Reunión Provincial de Caciques y Comunidades Aborígenes que se realiza en Trevelin, tiene la posibilidad de expresar personalmente su intención de crear un símbolo. Se pone a consideración de los presentes para ser votada, y en forma unánime es aprobado el emblema, que el 6 de noviembre de 1991 por decreto provincial Nº 1.820 es reconocida como símbolo y emblema de las comunidades aborígenes de la provincia del Chubut. La bandera lleva los colores amarillo, blanco y azul y una punta de flecha.
El 30 de abril de 1993 mediante resolución del Ministerio de Educación se autoriza izar el emblema en la escuela Nº 113 de Cerro Centinela, en la cual Julio Antieco solicita proceder de forma similar en la escuela Nº 99 de Costa del Lepá.
En la misma establece, se haga extensiva en todos los establecimientos escolares de comunidades aborígenes dependientes de Supervisión Seccional Región 3 por Resolución Nº 1155/77.
Don Julio Antieco fallece el 7 de Septiembre de 1993. Por petición de sus hijos, el 21 de Julio de 1994, se autoriza mediante Decreto Provincial Nº 777 el izamiento del símbolo de los pueblos Mapuche – Tehuelche en recordación a la fecha de fallecimiento de su creador.
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Bandera Mapuche-Tehuelche de la provincia de Chubut
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26 julio 2007

DIA DEL AMIGO 2

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Amigo. Palabra múltiple y única a la vez. Palabra que resulta extraña en la soledad.
Días atrás coloque un breve recuerdo sobre un amigo; hoy no se por qué, recordé a otro gran e inolvidable amigo de mi infancia.
Yo tendría por entonces unos diez años y una enorme avidez de descubrimientos. Paralelamente, nuestras constantes mudanzas, y mi natural timidez me impedían hacer amigos.
Muchas de mis tardes se llenaban con juegos solitarios, repletos de invisibles compañeros, que siempre dejaban un gusto a tristeza que entonces no sabia explicar.
Mi casa era humilde, y en ella había mucho amor, aunque pocos libros.
Esos pocos ejemplares que llegaban a mis manos eran leídos con entusiasmo. Descubrimientos en siestas de verano, que nunca olvidare.
Cierto día, llego a mi casa un libro, un poemario de Matilde Alba Swann.
Era un libro pequeño que le habían obsequiado a mi hermana mayor y que creo levaba una dedicatoria.
Tapas blandas y blancas; contenía poco mas de una docena de poemas, y algunos estaban ilustrados con dibujos a tinta china.
Una tarde, logre tomarlo y comencé mi derrotero por la lectura de la poesía.
Me sentí conmovido. Lo leía una y otra vez, y no lograba desentrañar esa sensación de emoción, pena y alegría que se entremezclaban ante la lectura de cada verso, de cada estrofa.
Algunos de esos poemas quedaron en mi alma por siempre y, de cierta forma, siento que me han marcado en el alma, en mi forma de ver la vida.
No se bien por que razón, hay uno en particular que siempre vuelve a mi en esas tardes en que uno se siente raro.
Andando en Internet, me he encontrado con páginas que hablan sobre Matilde y que contienen parte de sus poemarios. Allí se detenerme, largamente, para releer aquellos versos que descubrí en la infancia. Alguno de ellos lo he compartido por correo con algunos amigos. Siempre, después de releerlos me siento distinto, aunque en verdad, con mis 55 años, sigo extrañando aquel pequeño libro, con sus tapas blandas y blancas y sus dibujos a tinta china…pienso en el como en ese amigo que un día se fue y nunca se despidió, por que sabia que quedaba en nosotros y nada seria capaz de alejarlo.
Para ustedes, mis virtuales amigos, un poema de Matilde:
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POBREZA A LOS DIEZ AÑOS
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Toda mi angustia tuvo la forma de un zapato,
de un zapatito roto, opaco, desclavado.
El patio de la escuela... Apenas tercer grado...
Qué largo fue el recreo, el más largo el año.
Yo sentía vergüenza de mostrar mi pobreza.
Hubiera preferido tener rotas las piernas
y entero mi calzado. Y allí contra una puerta
recostada, mirando, me invadía el cansancio
de ver cómo corrían los otros por el patio.
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Zapatos con cordones, zapatos con tirillas,
todos zapatos sanos. Me sentía en pecado
vencida y diminuta, mi corazón sangrando...
Si supieran los hombres cuánto a los diez años
puede sufrir un niño por no tener zapatos...
Qué anticipo de angustia. Todavía perdura
doliéndome el pasado. El patio de la escuela
y aquel recreo largo...
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Mi piecesito trémulo, miedoso, acurrucado.
Mi infancia entristecida, mi mundo derrumbado.
Un pájaro sin alas, tendido al pie de un árbol.
La pobreza no tiene perdón a los diez años.
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Matilde ALba SWANN
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Ver pagina:

http://www.matildealbaswann.com.ar/
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19 julio 2007

DIA DEL AMIGO

Mi amigo: DON SANDOVAL
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Tiempo atrás, salir de vacaciones en el verano, era una cita irrenunciable. Salir a vagar por los caminos, conocer gente, paisajes, lugares, era tan imprescindible como dormir bien cada noche.
Andando el tiempo, algunos problemas de indole economica a los que posteriormente se sumaron problemas de enfermedades cronicas dentro del grupo familiar, impidieron continuar con tan saludable ocupación.
En esa epoca, uno de mis lugares preferidos lo constituia Villa Pahuenia. Esta, se encuentra en plena cordillera, en el limite con Chile, junto al lago Alumine y a pocos kilómetros de las nacientes del río homónimo. Casi siempre íbamos con carpa para hacer campamento en cualquier lugar que nos gustase. Así, algunas veces acampábamos junto al lago, otras en algún recodo del río o en algunos pequeños parajes como Litran o Lonco Luan.
Las montañas son altas y están cubiertas por antiguos bosques de Pehuen, de donde los nativos (antiguos y actuales) cosechan el “piñón” en otoño y con el se alimentan. Es el pan de la cordillera.
Mi placer era levantarme temprano, tomar mate mientras salía el sol, y luego cargar mi equipo fotográfico y salir a caminar remontando los chorrillos que bajan de la montaña recorriendo el bosque y que van formando pequeñas cascadas aquí y allá. Luego, al mediodía, retornar al campamento,
hacer un buen asado y dormir una siesta bajo la oscura arboleda.
Finalizada la siesta, preparábamos el mate e íbamos a bañarnos en el lago. Las aguas heladas (son de deshielo), al principio te dejan sin aliento, pero luego no quieres salir de ellas. Solíamos quedarnos hasta que el sol bajaba y así retornábamos casi exhaustos a la carpa para cenar, bañarnos en algún lado y descansar hasta el día siguiente.
Además de fotografiar y filmar el paisaje, siempre me gusto hablar con los lugareños, recoger sus historias, aprender sus modos de vida, sus técnicas artesanales y su lengua.
Fue así que una mañana conocí a mi amigo a Don Sandoval
En una de mis habituales recorridas matinales por la montaña, una mañana me adentre en una zona bastante intransitada. Mi intención era poder fotografiar el lago desde lo alto, en la zona donde se forma un breve archipiélago de islas basálticas que saben cubrirse en verano por el amarillo de las flores silvestres.
Iba entretenido y en silencio, cuando de pronto salen tres enormes perros ladrando y mostrando sus dientes. Siempre tuve buena relación con los perros, es casi como que me comunico con ellos, pero a pesar de ello me sobresalte y de pronto me di cuenta que estaba demasiado solo si es que alguno me atacaba.
Mis pensamientos se movían a altas velocidades, cuando alcanzo a oír una voz áspera, aunque no muy alta que los llamaba por su nombre. Si bien no era visible, los perros retornaron de inmediato hacia el monte. Me dirigí tras sus pasos y en un breve claro, descubrí un pequeño rancho que parecía a punto de desmoronarse. Junto al ranchito, un caballo oscuro que de lejos mostraba sus años. Hacia la derecha un hombre bajito y medio encorvado se encontraba, cuchillo en mano, sobando unas lonjas de cuero de las que se utilizan para hacer lazos.
Al verme asomar, me hizo señas con su mano y me acerque. En verdad me costaba entenderle, pues hablaba en castellano pero con muchas palabras de mapuche y con el ritmo y la tonada de los nativos, por lo que tuve que agudizar mi ingenio para lograr intercambiar las primeras palabras.
Luego de los saludos de rigor le explique que andaba de paseo y sacando fotografías. El se mostró bastante asombrado y me informo que los perros no eran bravos. Acto seguido, dejo el cuchillo clavado en un tronco y me invito a entrar a su rancho a tomar unos mates..
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Su rancho era una sola habitación. En un rincón había una suerte de catre cubierto con matras, que con seguridad oficiaba de dormitorio. Sobre una pared, colgaban arreos de caballos y algunas pocas herramientas. Sobre la otra, algunos utensilios de cocina ennegrecidos de hollín y deformados de los abollones que los cubrían. En el centro un gran pozo con abundantes cenizas y mucha leña dispuesta para el fuego, de donde salía un intenso olor a humo y un aire tibio que invadía todo el recinto. Me acercó un tronco cortado y cubierto con un cuero para que tomase asiento. El se puso de rodillas junto al primitivo fogón y luego de soplar con fuerza tres veces, para mi asombro brotaron llamas que pronto encendieron la leña superior. A un costado coloco la pava para calentar el agua y mientras limpiaba el mate, tomo asiento junto al fuego, justo enfrente de mí. Todo esto se desarrollo en el más absoluto silencio. Los perros fueron ingresando uno tras otro y se hicieron un ovillo junto al fuego. Saque un cigarrillo y lo invite; se mostró gratamente sorprendido y me dijo que eso era un verdadero lujo para él, era comparable a un día de fiesta. Lo encendió y lo fumó muy lentamente. A cada bocanada de humo, se echaba hacia atrás y cerraba los ojos. Luego me miraba y reía estruendosamente.
Llegó el primer mate y comenzamos a charlar. Me contó que estaba allí desde siempre. Allí habían estado sus padres y sus abuelos y sus tatarabuelos. Le pregunte su edad, y me dijo que en verdad, no la recordaba…pero creía que debía andar por los 70 años. Después de cada respuesta se quedaba en silencio, mirando hacia lo lejos, o bajaba la cabeza y murmuraba cosas inteligibles, mientras balanceaba suavemente su cabeza.
Ese primer encuentro estuvo cargado de silencios, pero daba la sensación que eran silencios que acercaban nuestro espíritu. Durante todo ese verano lo seguí visitando; compartimos muchos mates y cigarrillos y de apoco se comenzó a desovillar su historia hecha de abandonos, olvidos y marginaciones. Me contó sobre las tareas que realizaba cuidando piños de chivas y majadas de ovejas; La cantidad de leguas que solía caminar con sus gastados zapatos que dejaban ver sus dedos que eran como raíces, con el fin de no cansar mucho a su amigo (el caballo) que ya estaba muy viejo.
Me contó de nevadas y tormentas; de noches interminables pasadas en la alta montaña con el solo abrigo de sus perros.
Le pedí permiso para fotografiarlo y accedió gustoso, aunque algo avergonzado. Su piel, se parecía mas a un cuero curtido por la intemperie. Sus manos gruesas, ajadas y enormes contrastaban con su cuerpo pequeño. Le tome unas cuantas fotos que prometí llevarle al año siguiente. La mañana en que partí de regreso a Catriel, le deje abundantes provisiones y muchos paquetes de cigarrillos. Nos costo separarnos. Recuerdo que le tendí la mano y el la apretó fuerte, cuando nos separábamos me llamo “peñi” que significa hermano en lengua mapuche. No se por que, nos reímos en ese momento. Cuando iba saliendo de Aluminé de pronto lo veo parado sobre un costado de la ruta, con sus tres perros y alzando una mano en alto para saludar.
Seguí viaje con un nudo en la garganta, creo que de emoción y de agradecimiento.
Al año siguiente retorne. Luego de armar mi carpa me dirigí a ver a mi amigo. El rancho estaba vacío, no estaban ni los perros ni el caballo. Corrí la cortina que oficiaba de puerta y entre con la intención de esperarlo. En el fogón había cenizas y también ramas secas, por lo que intente infructuosamente durante un buen rato avivar el fuego con soplidos como lo hacia él, pero fue en vano. Lo aguarde hasta el mediodía y no llego, por lo que le deje un atado de cigarrillos sobre el tronco donde se sentaba y me fui.
A la mañana siguiente regrese y allí si, salio a recibirme. Le brillaba la cara de alegría.
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--Yo sabía que había venido… por los cigarrillos,… yo sabia que era el peñi.
--Yo sabía que el peñi iba a volver. —y una sonrisa grande le iluminaba la cara.
Entramos al rancho y nos tomamos unos mates. Luego yo saque de mi bolso las fotos prometidas y se las di.
No salía de su asombro. No podía creer que ese que estaba allí, con el rostro marcado por los años fuese el. Prácticamente no hablamos, solo se limitaba a mirar las fotos y cebar mate.
Al otro día fui nuevamente a visitarlo y se me ocurrió llevarle un espejo de regalo. Un espejo pequeño, de esos que se usan en el camping para que no ocupe lugar. Fue una verdadera fiesta. Se miraba en el espejo y hacia morisquetas y reía como un niño. Tanta fue su alegría que ese día me invito a compartir con el su almuerzo. Este fue una sopa hecha con un trozo de carne y algunas verduras, que bebimos a sorbos desde la misma olla. Creo que yo la sentí como una suerte de…comunión.
En mis siguientes visitas, charlamos de cosas de la vida. Yo le conté que trabajaba sacando petróleo y el se sorprendió mucho por que creía que el petróleo lo sacaban en las estaciones de servicio.
Regrese al año siguiente, pero al otro año, tome otro rumbo.
Recién lo volví a ver dos años después.
Como siempre, no hice más que instalarme y me fui a saludarlo.
Estaba muy viejo…casi demasiado viejo…había tenido algunas enfermedades y estaba tan doblado que parecía un ángulo recto.
Cuando llegue a la casa estaba con un hacha intentando infructuosamente cortar leña para el fogón. Me acerque y lo salude:
Mari Mari, peñi ¡!!!...(buenos días hermano)
Me miro entrecerrando los ojos y me respondió como de lejos. Luego sin muchas vueltas me pido que le cortara leña mientras el preparaba el mate. Cuando fue a volcar la yerba trastabilló y se cayó. Acudí presuroso a levantarlo, pero con orgullo me aparto con su mano. Le corte bastante leña y le junte algunos palos pequeños para mantener el fuego vivo. Luego entramos y tomamos mate en silencio. Recién al día siguiente me contó que el invierno había sido muy duro, que la nieve había llegado hasta la cumbrera del rancho y que el había enfermado por el frío.
En los ultimo encuentros andaba medio tristón y me confesó que se sentía solo, por lo que tenia pensado bajar al pueblo para conseguirse una novia, una compañera, una “malen”.
El ultimo día le lleve provisiones y cigarrillos y le explique que en la proveeduría del pueblo había dejado pagadas mas mercancías para el, y que podía ir a buscarlas cuando las necesitase. Me agradeció moviendo la cabeza. Nos despedimos y yo no prometí regresar. El se quedo sentado y solo dijo: “Vaya nomás peñi…vaya”.
Fue la última vez que lo vi. Luego hice dos vacaciones mas pero sin ir a la cordillera y ya no he vuelto a salir.
Siempre me anda rondando la sombra de Don Sandoval…quien sabe si aun esta vivo…quien sabe si ha muerto en algún invierno…quien sabe si se acordó de su peñi.
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Gracias "Pegatina".
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14 julio 2007

Violeta Parra

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La otra mañana, al levantarme, encendí la radio y sorpresivamente, me encontré con la maravillosa “Negra Sosa”, cantando ese himno de las maravillas que a menudo no sabemos apreciar, que se llama “Gracias a la vida”. En ese momento justo el sol, comenzaba a trepar por la ventana del comedor, y me sentí inundado por millones de luces que brotaban de cada estrofa, cada verso, cada palabra.
Todo el día esas “gracias a la vida” anduvieron rondando por mi cabeza y por mi espíritu que se abrió para apreciar todas las maravillas cotidianas que por rutina e indiferencia normalmente ignoramos.
Llegadas las primeras horas de la noche mi cabeza seguía rondando por los mismos lugares; lo busque en mi discoteca y volví a escucharlo.
¿Cómo se podía amar tanto la vida, para escribir poesía tan maravillosa?...recordé que hacia bastante tiempo había adquirido en un viaje a La Plata un pequeño librito, mal encuadernado con una recopilación de canciones y poemas de Violeta Parra.
Lo re leí casi sintiendo sus sabores, colores y sentimientos. Casi podría afirmar que me deje arrastrar sin resistencia a ese maravilloso mundo de los poetas donde cada palabra es capaz de recrear mundos nuevos, asombrosos e imposibles; mundos que se corporizan en nosotros en cada metáfora y abren la senda a esos ocultos u olvidados caminos del alma.
Luego me puse a reflexionar sobre la tremenda dualidad de los seres humanos.
¿Cómo alguien, capaz de escribir ese maravilloso himno a la vida, podía al mismo tiempo, sufrir tanta desolación como para quitarse la vida?
¿Qué dimensión de dolor, olvido y abandono desbordo el límite de la poesía, para transformarse en disparo?
No es mi intención filosofar sobre la vida, la muerte, la alegría o el llanto, pues no tengo la preparación ni las herramientas necesarias. El motivo de esta nota es solo plantear la desazón que muchas veces nos produce la vida; como un día estamos en el paraíso para al instante siguiente caer en el peor de los infiernos.
Esto no tiene conclusiones posibles…es solo un dejar correr las letras sobre la contradicción y el dolor, para abrir la posibilidad de seguir siempre preguntando ¿Por qué?
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SU VIDA:
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Violeta Parra nació el 4 de octubre de 1917 en San Carlos, en la Octava Región, Chile; a los nueve años se inició en la guitarra y el canto y a los doce compuso sus primeras canciones, influenciada por su padre quien era profesor de música.
Trabajó como profesora en la Escuela Normal de Santiago, y en 1937 se casa con Luís Cereceda, con quien tiene a Isabel y Ángel. Sin embargo, se separan once años más tarde.
Violeta, impulsada por su hermano Nicanor, empieza e 1952 a recorrer zonas rurales recopilando música folclórica, lo que la hace descubrir la poesía y el canto popular de los diferentes lugares de Chile.
En 1961 es invitada al Festival de las Juventudes en Finlandia, y desde ahí parte a una gira con sus hijos, con quienes viaja a la URSS, Alemania, Italia y Francia, donde permanecen en París por tres años.
En 1964 expone las arpilleras, óleos, en el Pavillon de Marsan, logrando así ser la primera artista latinoamericana que exhibe individualmente.
En 1965 regresa en Chile e instala en La Reina una gran carpa, que pretende convertir en un centro de cultura folklórica junto a sus hijos Isabel y Ángel, a quienes se unen Patricio Manns, Rolando Alarcón y Víctor Jara.
A los cincuenta años, el 5 de febrero de 1967, se suicida en la Carpa de la Reina.
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ALGUNAS CANCIONES

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GRACIAS A LA VIDA

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me dio dos luceros que, cuando los abro,
perfecto distingo lo negro del blanco,
y en el alto cielo su fondo estrellado
y en las multitudes el hombre que yo amo.
Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado el oído que, en todo su ancho,
graba noche y día grillos y canarios;
martillos, turbinas, ladridos, chubascos,
y la voz tan tierna de mi bien amado.
Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado el sonido y el abecedario,
con él las palabras que pienso y declaro:
madre, amigo, hermano, y luz alumbrando
la ruta del alma del que estoy amando.
Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado la marcha de mis pies cansados;
con ellos anduve ciudades y charcos,
playas y desiertos, montañas y llanos,
y la casa tuya, tu calle y tu patio.
Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me dio el corazón que agita su marco
cuando miro el fruto del cerebro humano;
cuando miro el bueno tan lejos del malo,
cuando miro el fondo de tus ojos claros.
Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado la risa y me ha dado el llanto.
Así yo distingo dicha de quebranto,
los dos materiales que forman mi canto,
y el canto de ustedes que es el mismo canto
y el canto de todos, que es mi propio canto.
Gracias a la vida que me ha dado tanto.
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(1964-1965)
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VOLVER A LOS DIECICIETE
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Volver a los diecisietedespués de vivir un siglo
es como descifrar signos
sin ser sabio competente,
volver a ser de repente
tan frágil como un segundo,
volver a sentir profundo
como un niño frente a Dios,
eso es lo que siento yo
en este instante fecundo.
Se va enredando, enredando,
como en el muro la hiedra,
y va brotando, brotando,
como el musguito en la piedra.
Ay si si si
Mi paso retrocedido
cuando el de ustedes avanza,
el arco de las alianzas
ha penetrado en mi nido,
con todo su colorido
se ha paseado por mis venas
y hasta las duras cadenas
con que nos ata el destino
es como un diamante fino
que alumbra mi alma serena.
Lo que puede el sentimiento
no lo ha podido el saber,
ni el mas claro proceder
ni el más ancho pensamiento
,todo lo cambia el momento
cual mago condescendiente,
nos aleja dulcemente
de rencores y violencias,
sólo el amor con su ciencia
nos vuelve tan inocentes.
El amor es torbellino
de pureza original,
hasta el feroz animal
susurra su dulce trino,
detiene a los peregrinos,
libera a los prisioneros,
el amor con sus esmeros
al viejo lo vuelve niño
y al malo solo el cariño
lo vuelve puro y sincero.
De par en par la ventana
se abrió como por encanto,
entró el amor con su manto
como una tibia mañana,
al son de su bella diana
hizo brotar el jazmín,
volando cual serafín
al cielo le puso aretes
y mis años en diecisiete
los convirtió el querubín.
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(1964-1965)







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13 julio 2007

Historia de mi tierra 6 (La frontera 2)

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Continuando nuestro camino histórico de la dinastía de los Catriel, y habiendo deshilvanado en parte lo que constituía la frontera con el indio, es bueno detenerse unos instantes en analizar la difícil situación que atravesaban las distintas tribus que se avenían a establecerse en la frontera. Si bien, por un lado, los tratados de amistad y paz, con el hombre blanco, le otorgaban algunas ventajas económicas, por el otro se encontraban generalmente en medio de un intenso fuego cruzado.
Debemos entender que el medio ecológico desarrolla aquí un papel casi fundamental que no debe ser desatendido. La introducción en las pampas de animales vacunos y equinos cambio de modo radical los hábitos y costumbres tanto sociales como alimenticias de las tribus de las pampas. Asi como el caballo le dio movilidad y se convirtió en su más certera arma de ataque, el ganado vacuno paso a integrar su dieta habitual. En principio, las pampas eran surcadas por nubes de ganado cimarrón que solo esperaba ser cazado para utilizar lo que se necesitaba en el momento y abandonar el resto, pero, esta suerte de economía de abundancia, fue mermando paulatinamente la cantidad de animales disponibles, este efecto se incremento por el desarrollo de las estancias.
Este ganado, no era solo consumido por las tribus de este lado de la cordillera sino que también eran un preciado botín para las tribus araucanas que cruzaban los Andes y se llevaban inmensos arreos con cientos de cabezas de ganado.
Desaparecido el ganado cimarrón, las tribus “no amigas” comenzaron a desarrollar sus “malones” contra las estancias, muchas veces en conjunto con las tribus araucanas.
Por su parte, las tribus amigas, como en el caso de los catrieleros, comenzaron de una forma muy rudimentaria ha convertirse en hacendados. Muchas veces se encontraron bajo el ataque de los malones dado que prácticamente convivían con el blanco. Otras veces eran atacados por las milicias nacionales cuando salían a perseguir a los invasores araucanos, dado que al momento de reprimir no hacían diferencia entre indios amigos o enemigos, argentinos o chilenos.
Es dentro de este marco donde debemos analizar el perfil de la dinastía de los Catriel, para desde allí poder intentar comprender si traiciono a su raza o en verdad hizo lo que creyó más conveniente para si y para su tribu.
Dice Marcelino IRIANI en su estudio “Heredaras el viento – La dinastía de los Catriel” al hablar sobre Juan Catriel “El Viejo”:




“Su vida se nos presenta como una especie de espejo en el que se reflejan, según el momento, varias personas, unidas todas por un telón de fondo irreversible: el proceso hacia su desaparición. Esto y el desencanto ante los sucesos que lo superan velozmente, conforman el paisaje que se divisa por encima de sus cabezas. Ni el cacique, ni el hacendado, ni el general Catriel podían divisar los cambios coyunturales que experimentaba el mundo y ese ajedrez donde Argentina tenía destinado entonces el puesto de peón.” […] “, Catriel estaba obligado a alternar en dos mundos distintos sin terminar de traspasar al que cada vez le atrapaba más, el de los blancos. Así, pese a aceptar las charreteras de General y el quepi, a cambiar sus botas de potro por otras de caña larga o dejar el caballo por una volanta, Catriel podía presidir una ceremonia indígena, tener varias esposas y ser uno más entre los suyos”


La situación de las parcialidades que habitaban la pampa no era en verdad de las mejores. Sufriendo el asedio desde las tierras de Arauco, caen por protección dentro de un sistema de dependencia económica con el pueblo blanco. Muchos autores no dudan en señalar la generación de un espacio Inter. Étnico, lo que en verdad resulta erróneo, pues hablar de Inter. Étnico, PRE supondría un sistema con relativas condiciones de igualdad e interdependencia y esto justamente era lo que menos existía en la línea de frontera. La balanza y la suerte ya estaban inclinadas para un solo lado.
En medio de este escenario el gobierno lo nombra el 3 de enero de 1857:” Cacique Mayor” o “Comandante general de las pampas”. Es allí donde firma el tratado del 16 de marzo de 1865, en el que se hacia responsable de la frontera, al frente de sus huestes, contra los malones araucanos bajo el mando de Calfulcurá. Es dable recordar que en esa época las tropas del gobierno nacional estaban concentradas en el inminente conflicto con Paraguay, que se inicia en abril de 1865 y por tanto no podían ocuparse de la frontera sur.
Esta actitud de Catriel es reconocida por el Coronel Elia, quien dice que “el ha contribuido a la defensa de las fronteras contra los invasores.”
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