Algunas cosas de mi pueblo (La Plaza)
Recuerdo, hace tiempo, a mi llegada a Catriel, que me llamo poderosamente la atención su plaza. No por que fuera algo muy particular, sino por su ubicación. Acostumbrado a mi ciudad (La Plata) donde se encontraban estratégicamente localizadas o a los antiguos pueblos de la provincia de Buenos Aires, que se desarrollaban desde la plaza hacia fuera, esta me resultaba ilógicamente de lado.
En principio, me dio la sensación de soledad, de marginación; luego, como en todo, la plaza se transformo en parte del paisaje cotidiano.
Con el tiempo comencé a acudir allí para hacer retratos de niños jugando. Me encantaba y me encanta, fotografiar sus primeros planos desde lejos con un teleobjetivo, y poder capturar así toda la inocencia y espontaneidad de sus gestos.
Por esa época los vientos parecían correr mucho más fuerte entre las calles sin asfalto y mal enripiadas. La tierra formaba nubes colosales que azotaban la cara y los “cardos rusos” rodaban fantasmales por las casi inexistentes veredas.
Los años fueron pasando, tan rápido como los vientos, y así fue como un día me descubrí jugando en la plaza con mis hijos, inventando castillos en las duras piedras, e intentando colgar de los sufridos árboles algunas frescas sonrisas de niño, disfrazando soles de otoño y burlando siestas de verano.
El tiempo, como siempre, siguió su curso…año tras año, los árboles se pintaron de blanco de cal, al igual que los gastados ladrillos de los canteros.
Muchos decían que esa plaza era una vergüenza, pero creo que era por que no sabían oír. Si uno se sentaba en silencio entre su vieja arboleda, era posible descubrir entre el canto de los pájaros alguna vieja risa que se camuflaba entre las hojas como la cigarra, y nuestra mente y nuestro corazón corrían a descubrirla para atraparla y retenerla un instante entre las manos; pero era imposible…siempre se escabullían. De cualquier modo siempre quedaba la esperanza de retornar subrepticiamente al día siguiente, a la hora de la siesta para intentar sorprenderlas desprevenidas…
Una mañana, pase por allí, y con estupor vi que estaban quitando los viejos árboles. Caían casi sin estruendo, como quien comprende que ha llegado su hora y que debe partir.
Aun tengo presente la forma en que se me estrujo el corazón.
Al poco tiempo se inició la renovación total de la vieja plaza…. Hoy es bella y moderna, con pérgolas, una fuente, muy iluminada…por las tardes se llena de jóvenes que ya no reconozco…algunos charlan, otros toman mate, otros tocan la guitarra…Los niños corren como antes y los novios siguen besándose entre las sombras.
Por no gustarme hacer fotos urbanas, no me ha quedado ninguna imagen de aquella plaza que conocí al llegar…que extraño…solo me quedan los recuerdos de las risas de los niños y de alguna promesa de amor eterno. Solo el recuerdo de esas caritas sucias plenas de sol que seguramente han de haber escapado ante el estruendo de las maquinas a ocultarse en otros árboles lejanos y penumbrosos. Sonrisas y recuerdos de una época, de un lugar, que se van desdibujando lentamente, como una vieja fotografía, como esa vieja Polaroid, desde la que continuamos sonriendo mis hijos y yo.
En principio, me dio la sensación de soledad, de marginación; luego, como en todo, la plaza se transformo en parte del paisaje cotidiano.
Con el tiempo comencé a acudir allí para hacer retratos de niños jugando. Me encantaba y me encanta, fotografiar sus primeros planos desde lejos con un teleobjetivo, y poder capturar así toda la inocencia y espontaneidad de sus gestos.
Por esa época los vientos parecían correr mucho más fuerte entre las calles sin asfalto y mal enripiadas. La tierra formaba nubes colosales que azotaban la cara y los “cardos rusos” rodaban fantasmales por las casi inexistentes veredas.
Los años fueron pasando, tan rápido como los vientos, y así fue como un día me descubrí jugando en la plaza con mis hijos, inventando castillos en las duras piedras, e intentando colgar de los sufridos árboles algunas frescas sonrisas de niño, disfrazando soles de otoño y burlando siestas de verano.
El tiempo, como siempre, siguió su curso…año tras año, los árboles se pintaron de blanco de cal, al igual que los gastados ladrillos de los canteros.
Muchos decían que esa plaza era una vergüenza, pero creo que era por que no sabían oír. Si uno se sentaba en silencio entre su vieja arboleda, era posible descubrir entre el canto de los pájaros alguna vieja risa que se camuflaba entre las hojas como la cigarra, y nuestra mente y nuestro corazón corrían a descubrirla para atraparla y retenerla un instante entre las manos; pero era imposible…siempre se escabullían. De cualquier modo siempre quedaba la esperanza de retornar subrepticiamente al día siguiente, a la hora de la siesta para intentar sorprenderlas desprevenidas…
Una mañana, pase por allí, y con estupor vi que estaban quitando los viejos árboles. Caían casi sin estruendo, como quien comprende que ha llegado su hora y que debe partir.
Aun tengo presente la forma en que se me estrujo el corazón.
Al poco tiempo se inició la renovación total de la vieja plaza…. Hoy es bella y moderna, con pérgolas, una fuente, muy iluminada…por las tardes se llena de jóvenes que ya no reconozco…algunos charlan, otros toman mate, otros tocan la guitarra…Los niños corren como antes y los novios siguen besándose entre las sombras.
Por no gustarme hacer fotos urbanas, no me ha quedado ninguna imagen de aquella plaza que conocí al llegar…que extraño…solo me quedan los recuerdos de las risas de los niños y de alguna promesa de amor eterno. Solo el recuerdo de esas caritas sucias plenas de sol que seguramente han de haber escapado ante el estruendo de las maquinas a ocultarse en otros árboles lejanos y penumbrosos. Sonrisas y recuerdos de una época, de un lugar, que se van desdibujando lentamente, como una vieja fotografía, como esa vieja Polaroid, desde la que continuamos sonriendo mis hijos y yo.
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Vistas de la plaza San Martin renovada
Fotos: Gentileza de: Néstor Tkaczek (fotografo urbano)
Etiquetas: Cosas de mi pueblo
7 Comments:
Todo está en constante cambio, nada permanece, ni tan siquiera esa añorada plaza en la que paseaste tus temores y tus ilusiones. Ellos también pasaron y, al igual que la plaza, fueron sustituidos por otros nuevos.
Si puedo hacer una minicorrección, yo diría "plaza antigua" que no vieja!!! jeje.
Y me "recreo" en esa hermosa manera de plasmar tus recuerdos, así como en las fotos. Sigue pareciendo bastante hermosa!! y como que el cielo ha dejado caer parte de su azul en la noche...
¡Mi enhorabuena a Néstor por las fotos!
Una vieja plaza en tu memoria, es bueno guardar los recuerdos la vieja plaza que sigue viva en vos.
Besos y memoria.
Muy buena la evocación, che... y gracias por incluir las fotos ( son $$$$)
El fotógrafo urbano
(pormeto que haré tarjetas con esa presentación)
Gracias Pegatina!!
SEGURAMENTE LA CIUDAD LLORÓ UNA LÁGRIMA DE RECUERDO... MIENTRAS TU VOZ LE ACARICIABA CON TUS OJOS QUE LE VIERON DESDE DENTRO... QUE LE PRESINTIERON ESCONDIDA BAJO EL CONCRETO QUE PISÓ UNA HUELLA...
GRACIAS...
Muy buena la evocacion , pero si es cierto todo cambia evoluciona...lo importante es el recuerdo que nos dejo, en nosotros esta...Me gustaron las fotos
Pegatina:
Es cierto, todo esta en constante transformacion, inclusive nosotros que, como bien supo decir Pablo:
..."Nosotros, los de entonces,/ya no somos los mismos..."
Nestor:
Como me vas a cobrar las fotos???...te cobro acaso mi amistad???...jajajaja
Dudi:
Muchas veces los recuerdos nos aplastan, otras nos ayudan a seguir construyendo sueños...
Besos recordados
Anonimo:
Gracias por tu visita y tus conceptos...
Por favor...no digas que las fotos son buenas por que el Nestor se agranda mucho
Un abrazo
Un abrazo urbano
Blalih:
Seguramente, muchos la han llorado; pocos lo han reconocido.
Irreconocible!!!! Quedó linda, pero claro, yo potrié en aquella de los canteros de ladrillones pintados de cal... E intenté aprender a patinar (nunca :( lo logré), en esa especie de pileta descascarada que se levantaba del suelo, se acuerdan???
Felicidades al fotógrafo urbano, va mejorando! :D
Besossssssssss.
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