Noche de Reyes
de Alejandro Dolina
Los Refutadores de Leyendas cumplen en esos días horarios especiales y desatan una intensa campaña. Naturalmente, tratan de esclarecer a los chicos acerca de la verdadera identidad de los Reyes Magos. Los más desaforados no vacilan en afirmar que estos personajes no existen y que la eventual aparición de juguetes sobre el calzado infantil es el resultado de sigilosas maniobras de los padres, amparados en las sombras de la noche.
Sus argumentos –hay que decirlo- son bastante sólidos. El profesor Pedro del Moro los ha reunido y codificado en su libro Los Reyes son los padres. Esa obra, cuyo sólo título presagia revelaciones apocalípticas, comprende tres grandes capítulos, cada uno de ellos con razonamientos de distinto color.
El primero se titula Testimonios. Cerca de doscientas personas cuentan experiencias personales que abonan la tesis central del libro. Transcribimos algunos fragmentos:
“... Me costó dormirme. Siempre me pasaba lo mismo en noches como aquélla. Ese año mis pedidos habían sido bastante módicos. Un encendedor, una afeitadora eléctrica y una caja de lápices. A medianoche me desperté sobresaltado: ¿Había puesto mis zapatos en el pasillo? Me levanté para comprobarlo. Y entonces, en la penumbra del pasillo, subrepticio como un ladrón, hincado sobre mis viejos mocasines, vi a mi padre con los regalos. Se levantó lentamente. Durante un largo rato nos miramos con encono.
–De modo que así son las cosas –le dije.
–Déjame que te explique...
–No papá –no me importó ser cínico-. Creo que ya es demasiado tarde para explicaciones...
Es probable que los berretines novelísticos del profesor del Moro conspiren contra el estilo expositivo que es deseable en toda obra de especulación científica. Las otras historias del primer capítulo son –si bien se las mira- todas iguales: sujetos que sorprenden a sus padres en situaciones comprometidas, confesiones espontáneas de padres arrepentidos, trampas preparadas de antemano y hasta fotografías reveladoras. El más impresionante es el caso de un estudiante de farmacia que habiendo entrado en sospechas a causa del demasiado trato con las ciencias, amenazó a su madre con un arma hasta que la pobre mujer reconoció sus usurpaciones.
En el segundo capítulo, Del Moro apela al sentido común. Básicamente sostiene:
a) Que es por lo menos improbable que tres personas visiten todas las casas del mundo en una sola noche.
b) Que también resulta difícil admitir que puedan acarrear en sus bolsas centenares de millones de juguetes.
c) Que los regalos que amanecen sobre los zapatos el 6 de enero parecen más paternales que reales, sobre todo en el precio.
Sobre la alfalfa que algunos niños dejan en el patio, Del Moro opina que es ingerida por los padres, quienes de este modo no solamente serían los Reyes Magos, sino también los camellos.
El tercero y último capítulo es una larga serie de consejos sobre la conveniencia de no fomentar ilusiones en los niños y de explicarles todo, en términos amables pero rigurosamente exactos.
Por eso cada vez que se encuentran con un pibe le cuentan que hay ratones que dejan dinero bajo las almohadas, si uno les pone un diente. O que el hombre de la bolsa se lleva a quienes sienten repugnancia por la sopa. O que soplando panaderos se consigue lo que uno quiere. O que pisando baldosas rojas se ahuyentará al demonio. O que haciendo gancho con los dedos se impide a los perros exonerar sus intestinos.
En la anual discusión de los Reyes Magos, los Hombres Sensibles acusan a los Refutadores de Leyendas de obrar con el único propósito de ahorrarse el regalo. A su turno, los Refutadores declaran que muchos pibes de Flores fingen creer, aun siendo escépticos, al solo efecto de recibir un trencito o una pelota. “Es una infame actitud –dice el profesor Del Moro en su libro-; es propia de niños perversos y mezquinos. Qué se puede esperar de quienes venden su inocencia por una bicicleta?”.
Los Hombres Sensibles tienen en esos asuntos algunos aliados indeseables.
Muchas personas que se jactan de su dulzura suelen cometer el desatino de intentar la demostración racional del mundo mágico, para convencer del todo a los chicos.
Así, cada Navidad, docenas de pajarones se disfrazan de Papá Noel (una ilusión gringa, les garanto). Otros hacen el Rey Mago y hasta llegan a saludar y besar a sus sobrinos para que crean o revienten.
Desde luego, esto no debe extrañarnos en un mundo en que la gente cree solamente en lo que se ve y se toca. No comprenden estas personas que es cien veces más verosímil un personaje que no se ve jamás y tiene la apariencia de nuestros sueños, que el chitrulo pintado de negro, que se ha puesto el batón de nuestra abuela, se parece al tío Raúl y huele a cerveza.
Yo no creo que los chicos se traguen esos disfraces. En los tiempos de mi infancia, la tienda Gath & Chaves solía exhibir en sus salones a los Reyes Magos. Yo tenía 5 años, y aunque era bastante pavote, razonaba que se trataba de tres impostores pagados por la tienda. No era posible que quienes provenían del Barrio Celeste anduvieran tomando partido por la prosperidad de una casa de comercio.
Manuel Mandeb en su estudio “Ilusiones eran las de antes” se queja de esa tendencia a la garantía visual. Veamos:
“... En estos asuntos el exceso de pruebas es más sospechoso que la ausencia de ellas. Muchos niños han creído en los Reyes hasta que los vieron. Lo único que hay que hacer es sembrar la ilusión. Después ésta crecerá sola. Nada de disfraces ni payasadas. Si insistimos en mostrar al niño todo aquello cuya existencia postulamos, llegará un día en que el pequeño sabandija nos exigirá que le mostremos el desengaño o un átomo o una esperanza. Y como no podremos hacerlo, el tipo reputará inexistentes a esperanzas, desengaños y átomos...”.
No andaba desacertado Mandeb. Cuando uno ve películas de terror cree firmemente en el monstruo hasta que lo ve. Entonces descubre que no se trata del verdadero horror (que existe positivamente dentro de nosotros) sino de un truco lamentable. Pero algunos párrafos más adelante, el pensador árabe vuelve a caer –como tantas veces- en el desafortunado rumbo de los tomates. Siguiendo con el criterio de no aportar pruebas concretas, Mandeb llega a insinuar la conveniencia de suprimir el regalo de Reyes por considerarlo una concesión improcedente.
“... Así todo sería ilusión: los Reyes, su visita y aun el regalo, del que podría hablarse, pero que sería imposible de ver y tocar. Los niños correrían en monopatines imaginarios, shotearían pelotas soñadas, que son las mejores porque nunca se pinchan ni se pierden ni son cortadas en pedazos por los vecinos intolerantes”.
Mandeb pensaba, además, que la abolición de la recompensa ennoblecía la creencia y –por otra parte- eliminaba injusticias.
“Los chicos pobres son capaces de sueños tan rumbosos como los de los príncipes”.
Manuel Mandeb, como tantos Hombres Sensibles, creía realmente en los Reyes Magos. Todos los cinco de enero ponía sus zapatones en la ventana de la pieza de la calle Artigas donde vivió muchos años. Jamás le dejaron nada, es cierto. Pero el hombre suponía que esto obedecía a su conducta, no siempre intachable. En los días previos, las viejas del barrio creían notarlo amable y compuesto. Quizás no eran suficientes esos méritos de compromiso. No es fácil engañar a los Reyes.
Muchos de sus amigos sintieron alguna vez la tentación de dejarle algún regalito. Pero no quisieron engañarlo. Ellos también esperaban con él. Y hacían fuerza para que alguna vez apareciera aunque más no fuera un calzoncillo.
Nunca ocurrió nada, pero la fe de los Hombres Sensibles de Flores no se quiebra fácilmente.
¿Qué virtud encierra creer en lo evidente? Cualquier papanatas es capaz de suscribir que existen las licuadoras y los adoquines. En cambio se necesita cierta estatura para atreverse a creer en lo que no es demostrable y –más aun- en aquello que parece oponerse a nuestro juicio. Para lograrlo hay que aprender –como quería Descartes- a desconfiar del propio razonamiento. Por supuesto, en nuestro tiempo cualquier imbécil tiene una confianza en sus opiniones que ya quisiera para sí el filósofo más pintado.
La incredulidad es –según parece- la sabiduría que se permiten los hombres vulgares.
Nosotros resolvimos apostar una vez más por las ilusiones.
Por eso hicimos nuestras cartitas, pusimos nuestros enormes y pringosos zapatos en las ventanas, en los patios y aun en los jardines.
Y el seis de enero recogimos nuestros sencillos regalos y se los mostramos a los vecinos.
–Mire lo que nos trajeron los Reyes.
Algunos Refutadores de Leyendas nos miraban con envidia, silenciosamente.
Alejandro Dolina, Crónicas del Angel Gris, Ediciones de la Urraca, Buenos Aires, 1988
Fractales y arte digital: El Cofla
Etiquetas: Literatura y poesia, Miscelaneas
11 Comments:
Me hiciste recordar con tu post cuando yo de chica dejaba, en la noche de Reyes, mis zapatos en la ventana, sabiendo de antemano lo que me dejarían: una moneda que tras recogerla con ilusión y alegría se la daba a mi madre para que me la guardara, :) También cuando, tiempo después, a mis hijas con 4 y 5 años, las llevamos a la iglesia para que recibieran los regalos que previamente les habíamos llevado allí. Se lo entregó el rey negro, le dieron un beso y al llegar con nosotros le dice la pequeña:
"María le has quitado la piel al rey". Jajajaja, llevaba la pintura graciosamente desparramada por los morros!!!.....
Ahora hago como Mandeb, suprimí los regalos aunque es posible que no haya aprendido a sustituirlos por sueños e ilusiones!!!
Como imagino que primero pasarán por estas tierras, les cargaré sus sacas para que entre todo ello puedas elegir!!!
bs.
mmm...
Creo profundamente en las ilusiones y el mundo de los sueños, no sólo reservado a los niños. Pero no me gusta alimentar la creencia de "Papá Noel" ni de los "Reyes Magos". Aún reconociendo las diferencias abismales entre ellos, por que los últimos si existieron y si le llevaron regalos al Mesías.
Me parece más sano enseñarles a nuestros niños, que crean en la magia de los besos, los abrazos cotidianos, las estrellas y la luna que los ilumina.
¿Por qué enseñarles a esperar a alguien que no vendrá? De eso tendrán bastante cuando crezcan.
Un abrazo, hoy si con viento!
Las imágenes son maravillosas por ello vengo a perderme por entre ese fulgor índigo con el que la luna arropa sus sueños!!
bs
-waho! llegué a su blog gracias a Alicia, me encantaron las imagenes y respecto a esa alimentacion mítica, mmh pues qué puedo decirle, en mi país existen miles de leyendas, personajes, etc, que igual y de chicos nos asustaban o nos alegraban, ahora ya grandes sabemos, sé de antemano que la ilusion no hace daño segun sepa manejarse, a odio al gordinflon vestido de rojo, las calabazas de hallowen, -mejor las calaberitas de los altares de muerto-, pero adoro las figuras del pesebre, de hecho creci haciendo de ellas, mi abuela a eso se dedicó toda su vida- pero ahora grandes la magia, la descubro en el abrazo sincero que cada uno puede brindar en especial a mí, porque suleo brindarlos de corazón...huuyyy me quedé corta de palabras conforme leía!
- una nueva lectora
Me niego a refutarle este tema a Dolina.
A mí el darme cuenta que todo era una mentira, me molestó mucho, pero puedo decir que mientras duró, fui feliz.
Besos y zapatitos
Me quedo con este párrafo de Dolina: "..Por supuesto, en nuestro tiempo cualquier imbécil tiene una confianza en sus opiniones que ya quisiera para sí el filósofo más pintado...", digna de aplicarse a nosotros, bitacoreros ;-). Pero, fuera de broma, uno no puede sino estar de acuerdo con el texto: el desprecio por la creencia ingenua (o el deseo de ensoñación) resume la tendencia de muchos, en estos tiempos grises, a disfrazar de desprecio pseudoracionalista su notable incapacidad para ilusionarse y ser felices, aunque sea por un rato. Y como la felicidad y la esperanza se construyen o se encuentran, siempre y cuando uno no sea devoto de San Vinagre...
Un feliz 2007, flaco.
Yo me pregunto:
Si son los reyes los que traen, ¿quiénes son los que se llevan? ;)
bs
yo no refuto nada, aguanten los Reyes, a mí me dejaron dos libros! y los camellos se tomaron toda el agua y los muy chanchos desparramaron el pastito.
buenísimas las imágenes flaco!
De chica mis reyes fueron tristes, trato de que los que vienen ahora aunque sean pobres para los que puedo les escribo cartitas con cosas de utilidad, ???
No se si está bien, pero me gusta ser una reina maga cuando puedo, con quien sea y en cualquier día del año.
Los pequeños gestos hacen grandes cosas.
Un gran abrazo Flaquito de mi corazón
A mí los reyes me dejaron este año, reposo por artrosis de rodilla y herencia de mamá. Mi pobre madre sufrió siempre y sufre bastante duele verla a veces, pero no vamos a aflojar, me amargo más cuando me ataca las manos.
Ahora nos seguiremos cuidando, pinchando colita, tomando remedios por via oral, Fisioterapia y para el mes que viene si me dejan y mejoro volveremos a trabajar.
Hola gente
Desde la publicacion de este post, que mi maquina dijo basta y se planto. Desde entonces ando con ella de un lado a otro intentando no perder la informacion almacenada. Tenia mas de 500 imagenes que se encuentran en serio riesgo de desaparecer. Espero poder reincorporarme pronto.
Un abrazo para todos, ya retomaremos el contacto.
Permíte que te felicite y déjame darte las gracias por permitirme, desde hace un año, conocer... más aún que conocer, sentir ese maravilloso mundo tuyo, esos momentos alegres, esos recuerdos cargados de dolor y/o nostalgias, esas extraordinarias fotografías, esos mágicos sueños de tu desconocida y compleja Patagonia.
Un abrazo muy grande desde el otro lado.
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