El cofla de Catriel

Una bitácora de sueños, sentires y otras yerbas desde Catriel, "Puerta norte de la PATAGONIA ARGENTINA".

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16 octubre 2006

Por la memoria ( Dos Fechas)

Dos fechas, dos historias. Hoy intento recuperar dos fechas distantes entre si, pero igualmente trascendentales.
Dos fechas, dos historias, tal vez tan distintas como similares.
Son historias de luchas, de sueños, de esperanza de una sociedad mejor, o al menos “distinta” “menos mala”.
Dos historias que se funden en el sueño de una América que sigue buscando su destino.
17 de octubre; la historia de un pueblo y su líder. La historia de un pueblo sacando pecho, la historia que cambiara la historia.
9 de octubre; el fin del sueño de un hombre por lograr un mundo sin oprimidos, por crear ese hombre nuevo cargado de humanidad. El fin de un hombre y el nacimiento del mito. El nacimiento de un “hombre bandera”; bandera de lucha, de búsqueda, de intentos.
Dos fechas, y dos historias que traigo de la mano de dos lucidos intelectos (Raúl Scalabrini Ortiz y Julio Cortazar) que a pesar de su lucidez dejan traslucir toda la emoción que los grandes acontecimientos marcan en el alma.
Dos fechas, dos historias, que, en definitiva son una sola : La gran historia de América.

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17 DE OCTUBRE
"Es increíble y hasta admirable el poder de persuacion y de ejecución de nuestra oligarquía. En el mes de octubre de 1945, el coronel Perón fue destituido y encarcelado. El país azorado se enteraba de que el asesor de la formación del nuevo gabinete era el doctor Federico Pinedo, personaje a quien no puede calificarse sino con la ignominia de su propio nombre. El Ministerio de Obras Públicas había sido ofrecido al ingeniero Atanasio Iturbe, director de los Ferrocarriles británicos, que optó por esconderse detrás de un personero. El Ministerio de Hacienda sería ocupado por el doctor Alberto Hueyo, gestor del Banco Central y presidente de la Cade, entidad financiera que tiene una capacidad de corrupción de muchos kilovatios."La oligarquía vitalizada reflorecía en todos los resquicios de la vida argentina. Los judas disfrazados de caballeros asomaban sus fisonomías blanduzcas de hongos de antesala y extendían sus manos pringadas de avaricia y de falsía. Todo parecía perdido y terminado. Los hombres adictos al coronel Perón estaban presos o fugitivos. El pueblo permanecía quieto en una resignación sin brío, muy semejante a una agonía.


"Con la resonancia de un anatema sacudía mi memoria el recurso de las frases con que hace muchos años nos estigmatizó al escritor Kasimir Edschmidt. "Nada es durable en este continente, había escrito. Cuando tienen dictaduras, quieren democracias. Cuando tienen democracia, buscan dictaduras. Los pueblos trabajan para imponerse un orden, articularse, organizarse y configurarse, pero, en definitiva, vuelven a combatir. No pueden soportar a nadie sobre ellos. Si hubieran tenido un Cristo o un Napoleón, lo hubieran aniquilado"."Pasaban los días y la inacción aletargada y sin sobresaltos parecía justificar a los escépticos de siempre. El desaliento húmedo y rastrero caía sobre nosotros como un ahogo de pesadilla. Los incrédulos se jactaban de su acierto. Ellos habían dicho que la política de apoyo al humilde estaba destinada al fracaso, porque nuestro pueblo era de suyo cicatero, desagradecido y rutinario. La inconmovible confianza en las fuerzas espirituales del pueblo de mi tierra que me había sostenido en todo el transcurso de mi vida, se disgregaba ante el rudo empellón de la realidad.


"Pensaba con honda tristeza en esas cosas en esa tarde del 17 de octubre de 1945. El sol caía a plomo cuando las primeras columnas de obreros comenzaron a llegar. Venían con su traje de fajina, porque acudían directamente de sus fábricas y talleres. No era esa muchedumbre un poco envarada que los domingos invade los parques de diversiones con hábito de burgués barato. Frente a mis ojos desfilaban rostros atezados, brazos membrudos, torsos fornidos, con las greñas al aire y las vestiduras escasas cubiertas de pingües, de restos de breas, grasas y aceites. Llegaban cantando y vociferando, unidos en la impetración de un solo nombre: Perón. Era la muchedumbre más heteróclita que la imaginación puede concebir."Los rastros de sus orígenes se traslucían en sus fisonomías. El descendiente de meridionales europeos, iba junto al rubio de trazos nórdicos y el trigueño de pelo duro en que la sangre de un indio lejano sobrevivía aún. El río cuando crece bajo el empuje del sudeste disgrega su enorme masa de agua en finos hilos fluidos que van cubriendo los bajidos y cilancos con meandros improvisados sobre la arena en una acción tan minúscula que es ridícula y desdeñable para el no avezado que ignora que es el anticipo de la inundación. Así avanzaba aquella muchedumbre en hilos de entusiasmos que arribaban por la Avenida de Mayo, por Balcarce, por la Diagonal.





"Un pujante palpitar sacudía la entraña de la ciudad. Un hálito áspero crecía en densas vaharadas, mientras las multitudes continuaban llegando. Venían de las usinas de Puerto Nuevo, de los talleres de la Chacarita y Villa Crespo, de las manufacturas de San Martín y Vicente López, de las fundiciones y acerías del Riachuelo, de las hilanderías de Barracas. Brotaban de los pantanos de Gerli y Avellaneda o descendían de las Lomas de Zamora. Hermanados en el mismo grito y en la misma fe iban el peón de campo de Cañuelas y el tornero de precisión, el fundidor mecánico de automóviles, la hilandera y el peón. Era el subsuelo de la patria sublevado. Era el cimiento básico de la Nación que asomaba, como asoman las épocas pretéritas de la tierra en la conmoción del terremoto. Era el substrato de nueva idiosincrasia y de nuestras posibilidades colectivas allí presente en su primordialidad sin reatos y sin disimulos. Era el de nadie y el sin nada en una multiplicidad casi infinita de gamas y matices humanos, aglutinados por el mismo estremecimiento y el mismo impulso, sostenidos por una misma verdad que una sola palabra traducía: Perón."


Raúl Scalabrini Ortiz publicado en "Hechos e Ideas", febrero 1946


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9 DE OCTUBRE


Carta de Julio Cortázar tras la muerte del Che
1967


París, 29 de octubre de 1967
Roberto, Adelaida, mis muy queridos:

Anoche volví a París desde Argel. Solo ahora, en mi casa, soy capaz de escribirles coherentemente; allá, metido en un mundo donde sólo contaba el trabajo, dejé irse los días como en una pesadilla, comprando periódico tras periódico, sin querer convencerme, mirando esas fotos que todos hemos mirado, leyendo los mismos cables y entrando hora a hora en la más dura de las aceptaciones. Entonces me llegó telefónicamente tu mensaje, Roberto, y entregué ese texto que debiste recibir y que vuelvo a enviarte aquí por si hay tiempo de que lo veas otra vez antes de que se imprima, pues sé lo que son los mecanismos del télex y lo que pasa con las palabras y las frases. Quiero decirte esto: no sé escribir cuando algo me duele tanto, no soy, no seré nunca el escritor profesional listo a producir lo que se espera de él, lo que le piden o lo que él mismo se pide desesperadamente. La verdad es que la escritura, hoy y frente a esto, me parece la más banal de las artes, una especie de refugio, de disimulo casi, la sustitución de lo insustituible. El Che ha muerto y a mí no me queda más que silencio, hasta quién sabe cuándo; si te envié este texto fue porque eras tú quien me lo pedía, y porque sé cuánto querías al Che y lo que él significaba para ti. Aquí en París encontré un cable de Lisandro Otero pidiéndome ciento cincuenta palabras para Cuba. Así, ciento cincuenta palabras, como sin uno pudiera sacarse las palabras del bolsillo como monedas. No creo que pueda escribirlas, estoy vacío y seco, y caería en la retórica. Y eso no, sobre todo eso no. Lisandro me perdonará mi silencio, o lo entenderá mal, no me importa; en todo caso tu sabrás lo que siento. Mira, allá en Argel, rodeado de imbéciles burócratas, en una oficina donde se seguía con la rutina de siempre, me encerré una y otra vez en el baño para llorar; había que estar en un baño, comprendes, para estar solo, para poder desahogarse sin violar las sacrosantas reglas del buen vivir en una organización internacional. Y todo esto que te cuento también me averguenza porque hablo de mí, la eterna primera persona del singular, y en cambio me siento incapaz de decir nada de él. Me callo entonces. Recibiste, espero, el cable que te envié antes de tu mensaje. Era mi única manera de abrazarte, a ti y a Adelaida, a todos los amigos de la Casa. Y para ti también es esto, lo único que fui capaz de hacer en esas primeras horas, esto que nació como un poema y que quiero que tengas y que guardes para que estemos más juntos.


Che


Yo tuve un hermano.

No nos vimos nunca

pero no importaba.


Yo tuve un hermano

que iba por los montes

mientras yo dormía.

Lo quise a mi modo,

le tomé su voz

libre como el agua,

caminé de a ratos

cerca de su sombra.
No nos vimos nunca

pero no importaba,

mi hermano despierto

mientras yo dormía,

mi hermano mostrándome

detrás de la noche

su estrella elegida.


Ya nos escribiremos. Abraza mucho a Adelaida. Hasta siempre,
Julio

Extraída del libro "Fervor de la Argentina" de Roberto Fernández Retamar © 1993, Ediciones del Sol, Buenos Aires, Argentina

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5 Comments:

At 17 octubre, 2006 14:23, Anonymous Anónimo said...

Del 17 de octubre, no voy a decir nada, porque de decir algo, diría que me hubiese gustado vivirlo, pero estaría mintiendo, porque lo que me hubiese gustado ver, sentir, agradecer, es a Eva. De poder volver atrás en le historia quisiera verla en el ministerio, laburando. Quisiera escucharla a ella en el balcón hablando.

Con respecto al Che, dejo la letra de "Una canción necesaria" de Vicente Feilú.

Tu piel ligada al hueso se perdió en la tierra.
La lágrima, el poema y el recuerdo están labrando sobre el fuego de tanto ver a muerte con ametralladoras legadas desde ti.
Y aquí, en cada noche se buscan tus libros, el propósito justo de toda acción.
Se abre tu memoria a todo aquel que renace pero, nunca falta, alguien que te alza en un altar... y haga leyenda de tu imagen formadora;
y haga imposible el sueño de alcanzarte;
y aprenda alguna de tus frases de memoria, para decir seré como él, sin conocerte;
y lo tribune sin pudor,
sin sueños,
sin amor,
sin fe.
Y pierdan tus palabras sentido de respeto.
Así el hombre que nace cubierto de tu flor.
Algún poeta dijo y sería lo más justo: desde hoy nuestro deber es defenderte, de ser dios.

Besos y homenajes.

 
At 18 octubre, 2006 18:29, Anonymous Anónimo said...

No soy quien para opinar sobre unos acontecimientos acaecidos lejos de mi espacio y de mi tiempo, simplemente puedo dejar constancia de que su figura envuelta en un halo entre revolucionario y mártir llegó hasta mi país.

 
At 28 octubre, 2006 20:53, Blogger Néstor said...

¡bravo! dos verdaderos hallazgos. Un placer leer ambos textos.
gracias.
un abrazo

 
At 29 octubre, 2006 17:28, Blogger Neurotransmisor said...

Que tristeza, la muerte. Que tristeza la del Che.

 
At 01 febrero, 2007 10:47, Anonymous Anónimo said...

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