Aniversario y razones

Hay momentos precisos en nuestra vida que marcan nuestro destino para siempre. Nuestro casamiento, el nacimiento de los hijos, la llegada de los nietos…
Hace unos días, para ser más precisos, el 21 de mayo, fue una fecha muy especial para mí, pues ese día cumplí 34 años de patagónico.
Hace 34 años llegaba a la vieja estación de Plaza Huincul en Neuquén, con una valija con poca ropa, una pipa, y mucha incertidumbre.
Como cualquiera que se ha criado en la capital de la provincia de Buenos Aires, el interior era, a lo sumo, Mar del Plata y La Patagonia era un remoto rincón llamado Bariloche. Nada tenia que ver esa estepa árida que me recibía aquella fría mañana de mayo, con los paisajes “suizos” que veía en televisión.
¿Me habían engañado?; ¿Me había equivocado de tren? No. Tan solo era mi ignorancia.
Luego vinieron los tiempos de Rincón de los Sauces y al final Catriel…
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Hace unos días, para ser más precisos, el 21 de mayo, fue una fecha muy especial para mí, pues ese día cumplí 34 años de patagónico.
Hace 34 años llegaba a la vieja estación de Plaza Huincul en Neuquén, con una valija con poca ropa, una pipa, y mucha incertidumbre.
Como cualquiera que se ha criado en la capital de la provincia de Buenos Aires, el interior era, a lo sumo, Mar del Plata y La Patagonia era un remoto rincón llamado Bariloche. Nada tenia que ver esa estepa árida que me recibía aquella fría mañana de mayo, con los paisajes “suizos” que veía en televisión.
¿Me habían engañado?; ¿Me había equivocado de tren? No. Tan solo era mi ignorancia.
Luego vinieron los tiempos de Rincón de los Sauces y al final Catriel…
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Tiempo atrás, conversando con un amigo de años, que no es muy afecto a Internet, me comentaba que había estado leyendo de a poco las breves descripciones que había puesto en este blog, sobre distintas cosas de la estepa patagónica y que el, a pesar de tener casi la misma cantidad de años de residencia en esta tierra nunca había observado o que cuando lo había hecho no le daba la relevancia que yo le daba. Allí vino la “pregunta del millón” ¿Por qué te gusta este lugar?...
En realidad no resulta nada sencillo responder. No por que no tenga razones, sino talvez, por que son muchas y desordenadas.
En los primeros años, solo soñaba con regresar a mi “patria chica”. Aquí era solo un “forastero”. Desconocía la idiosincrasia, el lenguaje, las costumbres, el trabajo, la historia. Con frecuencia me extraviaba en el campo para algarabía de quienes conocían este suelo como la palma de su mano.
Recuerdo las innumerables preguntas. Recuerdo los que me enseñaron a orientarme y a descubrir las primeras puertas hacia este nuevo mundo.
Me hablaban de otras épocas; me hablaban de “picaderos”, indios, pulperías.
Con el tiempo, andando medanos, peladeros, pedreros y monte encontré la primera punta de flecha. Era de obsiana negra y brillante y le faltaba un pequeño pedazo en uno de sus lados. Aun así, la forma era perfectamente reconocible. Aun recuerdo, como se agito mi respiración; de que manera se acelero mi corazón. Aun recuerdo la emoción que, como una descarga eléctrica, me recorrió al recogerla en mi mano. Sentí como si todos los silencios de todos los tiempos se despertaran en ese momento único e irrepetible. El viento, apenas susurraba entre las lejanas jarillas. Estaba solo yo y la historia de la gente de la tierra; estaba solo yo y el viento relatándome los sueños de aquel que a golpes de pedernal forjo esa lagrima negra mensajera de muerte o de vida.
Creo que en ese instante, esta tierra me envolvió en sus brazos; allí, justo en el centro de mi emoción, mis alma se abrio para comenzar a descubrir una a una las cientos de maravillas que dormían delante de mis ojos ciegos.
¿Por qué te gusta este lugar?...No se a ciencia cierta. Solo tengo la certeza de que me modelo; me hizo quien soy; me enseño secretos impensados y me causo penas inimaginadas. Me cambio la mirada, me enseño a escuchar en el silencio y a hablar con el susurro del viento del oeste. Me hizo estremecer en rojos, naranjas y amarillos en cada atardecer; en dorados en el otoño; en grises en los inviernos y en policromías primaverales.
Me enseño que nada es fácil y nada se regala. Pero también me enseño que el tesón se premia con frutos y con flores y con canto de pájaros en ramas verdes, sostenidas por raigones que lamen la humedad nocturna de los vientos.
Se puede florecer en el desierto; se puede crecer en la aridez;
La estepa patagónica, me barrió la soberbia para darme la dimensión justa del hombre frente a la inmensidad y el silencio.
Me enamore de esta tierra. Si. Simplemente me enamore y generalmente uno nunca sabe bien por que se enamora; solo se limita a sentir el amor; a sentirlo en los labios sucios de arena y en el alma llena de atardeceres.
¿Por qué me gusta este lugar?...no lo se…solo se que un día, me tomó de la mano y me mostró que toda la magia es posible, justo en el instante en que yo le prometía que, algún día, mis huesos serian parte de este suelo, serian arena y polvo, serian silbido y viento, espina de chañar, silencio de flores secas, esperanza, historia que nadie contara.
Tiempo atrás, conversando con un amigo de años, que no es muy afecto a Internet, me comentaba que había estado leyendo de a poco las breves descripciones que había puesto en este blog, sobre distintas cosas de la estepa patagónica y que el, a pesar de tener casi la misma cantidad de años de residencia en esta tierra nunca había observado o que cuando lo había hecho no le daba la relevancia que yo le daba. Allí vino la “pregunta del millón” ¿Por qué te gusta este lugar?...
En realidad no resulta nada sencillo responder. No por que no tenga razones, sino talvez, por que son muchas y desordenadas.
En los primeros años, solo soñaba con regresar a mi “patria chica”. Aquí era solo un “forastero”. Desconocía la idiosincrasia, el lenguaje, las costumbres, el trabajo, la historia. Con frecuencia me extraviaba en el campo para algarabía de quienes conocían este suelo como la palma de su mano.
Recuerdo las innumerables preguntas. Recuerdo los que me enseñaron a orientarme y a descubrir las primeras puertas hacia este nuevo mundo.
Me hablaban de otras épocas; me hablaban de “picaderos”, indios, pulperías.
Con el tiempo, andando medanos, peladeros, pedreros y monte encontré la primera punta de flecha. Era de obsiana negra y brillante y le faltaba un pequeño pedazo en uno de sus lados. Aun así, la forma era perfectamente reconocible. Aun recuerdo, como se agito mi respiración; de que manera se acelero mi corazón. Aun recuerdo la emoción que, como una descarga eléctrica, me recorrió al recogerla en mi mano. Sentí como si todos los silencios de todos los tiempos se despertaran en ese momento único e irrepetible. El viento, apenas susurraba entre las lejanas jarillas. Estaba solo yo y la historia de la gente de la tierra; estaba solo yo y el viento relatándome los sueños de aquel que a golpes de pedernal forjo esa lagrima negra mensajera de muerte o de vida.
Creo que en ese instante, esta tierra me envolvió en sus brazos; allí, justo en el centro de mi emoción, mis alma se abrio para comenzar a descubrir una a una las cientos de maravillas que dormían delante de mis ojos ciegos.
¿Por qué te gusta este lugar?...No se a ciencia cierta. Solo tengo la certeza de que me modelo; me hizo quien soy; me enseño secretos impensados y me causo penas inimaginadas. Me cambio la mirada, me enseño a escuchar en el silencio y a hablar con el susurro del viento del oeste. Me hizo estremecer en rojos, naranjas y amarillos en cada atardecer; en dorados en el otoño; en grises en los inviernos y en policromías primaverales.
Me enseño que nada es fácil y nada se regala. Pero también me enseño que el tesón se premia con frutos y con flores y con canto de pájaros en ramas verdes, sostenidas por raigones que lamen la humedad nocturna de los vientos.
Se puede florecer en el desierto; se puede crecer en la aridez;
La estepa patagónica, me barrió la soberbia para darme la dimensión justa del hombre frente a la inmensidad y el silencio.
Me enamore de esta tierra. Si. Simplemente me enamore y generalmente uno nunca sabe bien por que se enamora; solo se limita a sentir el amor; a sentirlo en los labios sucios de arena y en el alma llena de atardeceres.
¿Por qué me gusta este lugar?...no lo se…solo se que un día, me tomó de la mano y me mostró que toda la magia es posible, justo en el instante en que yo le prometía que, algún día, mis huesos serian parte de este suelo, serian arena y polvo, serian silbido y viento, espina de chañar, silencio de flores secas, esperanza, historia que nadie contara.
Foto: El Cofla
Etiquetas: Miscelaneas