Mi PATAGONIA 9. (Cactus)

En el post anterior comencé a mencionar algo sobre los cactus de la estepa. Hoy continuare con el tema, y la primera pregunta que podemos hacernos es ¿por que? .Creo que la principal razón es que el cactus es lo más parecido al espíritu de la estepa de mi PATAGONIA.

A golpe de vista no es nada atractivo e incluso resulta agresivo al igual que la estepa; sus espinas son capaces de disuadir a cualquier predador (si bien no puede con la acorazada tortuga). Es una gran maravilla de adaptación; sin ninguna hoja, es capaz de retener hasta el rocío en su intricada maraña espinosa; sus raíces (como una melena invertida) se entrelazan cerca de la superficie arenosa para aprovechar la escasa lluvia; su cuerpo acanalado es el tobogán por donde se deslizan las cristalinas gotas de rocío pinchadas en sus espinas y que han de saciar la sedienta raíz. Con un intenso color verde transforma su piel en el medio ideal para la fotosíntesis. Su interior, como una esponja, retiene cada gota de agua recibida, lo que le permite sobrevivir en las situaciones mas adversas.

Así, acorazado y adusto, nadie imaginaria que su abultado vientre sirve de alimento y calma la sed de cientos de especies. Es algo así como un pequeño oasis, como el último recurso de la vida.

Como si esto fuera poco, en la temprana primavera, se cubre de carnosos capullos, apiñados uno junto al otro, que en una sucesión imponente, como el “crescendo” de una sinfonía, van estallando en efímeras estrellas de luz. Aquí son blancas, allá rojas, mas allá amarrillas, mientras algunas rojas van desgranando sus notas. Allí podemos ver los malhumorados abejorros con sus trajes negros y brillantes, dados a la tarea de recoger el polen y permitir el milagro de la continuación de la vida. En donde estuvo cada flor crecerá después un pequeño fruto, como un cofre maravilloso y mágico colmado de dulces semillas que serán el alimento seguro de los nidos vecinos.

Crece lento; ha visto pasar atardeceres y lluvias, vientos y sequías, heladas y primaveras. Se ha sentido desangrar en la mordedura certera y ha sabido renacer en retoños; parece haber estado allí desde el origen de los tiempos, como la estepa, guardando en su interior misterios y milagros.

Fotos: El Cofla